Especial: Los cumpleaños que no fueron - 2da parte

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El cumpleaños que no fue de Rufina.

La discusión de los supuestos celos llegó hasta la carpa y duró hasta que Bruna les pidió silencio porque no estaba pudiendo dormir. A la mañana siguiente, se despertaron temprano a ver el amanecer y desayunaron chocolatada caliente cubiertos por una manta para que el frío no les moleste. Antes del mediodía se despiden del campo y cuando están saliendo a la ruta con la camioneta se dan cuenta que nunca le cantaron el feliz cumpleaños a Santino, pero él responde que como no es su cumpleaños verdadero no estaba esperando a que lo hagan. Solo quería tener una aventura familiar.

Beto está en la entrada de su casa barriendo las hojas otoñales que se le acumulan en la canaleta y se hace a un lado cuando Peter toca bocina avisando que entran. Estaciona el vehículo a un costado y el primero en bajar es Quinoto que está acostumbrado a ir de acá para allá. La segunda es Bruna que salta sobre su abuelo para darle un abrazo. Después entra corriendo a la casa porque no hay lugar en el mundo que ame más. Calculo que como la mayoría de los niños. Si es que no tenés abuelos de mierda, claro. Ernestina ya está adentro armando tomates rellenos y Eugenia con Rufina habían llegado temprano, así que Lali las encuentra en la sala principal y se abraza al cuerpo de su amiga como cada vez que se vuelven a ver.

—Hola, má —Lali le extiende los brazos a Helena cuando ésta entra en escena con una bandeja en la que hay un pollo trozado y que le pasa a Beto para que lo lleve a la parrilla.

—Hola, hermosa —la abraza con un brazo porque la otra mano la tiene sucia— pensé que iban a llegar más tarde. ¿Cómo les fue?

—Estuvo divertido. ¿Vos cómo estás? —y apoya sus pertenencias en una silla.

—Bien... bueno, no —dice un segundo después— te tengo que contar algo que me da pánico, pero tenés que saberlo.

—Ay, ¿qué pasó? —pero Helena no habla y los ojos se le llena de lágrimas— no me asustes, mami. ¿Qué pasó?

—Me tengo que operar.

—¿De qué? —abre los ojos asustadísima y le empieza a temblar el mentón.

—De los ligamentos —responde después de una pausa y la cara de Lali cambia rotundamente.

—¿Me estás jodiendo, mamá? —Lali apoya una mano en el pecho para calmar el espasmo que casi le hace sufrir.

—No, es verdad. Me los rompí el mes pasado cuando bajé de la alpaca y fui al me-

—¿Por qué estabas arriba de la alpaca? —interrumpe.

—Porque le estaba cortando el pelo.

—Cuándo hablamos de la alpaca estamos hablando literalmente del animal, ¿no? —pregunta Eugenia sentada en el sillón, atenta a la conversación.

—Callate vos.

—Porque quizás está siendo metafórica... —y si no sigue hablando es porque Lali le tira con un repasador que le golpea en la cara y le despeina el pelo.

—Mamá, una operación de ligamentos no es nada. Pensé que ibas a decirme algo mucho más grave. Dejá de meter tantas pausas cuando vas a contar noticias.

—Es una cirugía igual y me hizo acordar mucho a lo que le pasó a Claudia, pobrecita.

—Claudia tuvo un pico de presión. Vos te vas a operar de una rodilla, lo máximo que te puede pasar es que te quedes coja.

—La empatía que te enseñé no es la que me estás devolviendo, hija.

—¿Cómo está Claudia? —pregunta Ernestina que se mantuvo en silencio porque está concentrada rellenando los tomates.

TREINTA DÍAS - 2Where stories live. Discover now