Día veintiséis: Kermese

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Lali sale de una de las tantas aulas del segundo piso de la facultad y exhala un montón de aire al punto ya de vaciar los pulmones. Se sostiene del picaporte de la puerta y mantiene los ojos cerrados durante un segundo. Una de las manos le empieza a temblar entonces tiene que calmarla y busca gomitas azucaradas en el bolsillo de la mochila para comer una atrás de la otra sin respirar. En el pasillo se reencuentra con caras conocidas pero solo las saluda desde lejos porque su cuerpo todavía no tiene la fuerza de poder inclinarse y sentarse en el suelo a conversar sobre el exámen. Entonces se aleja cual zombie mientras observa el paisaje de la ciudad a través de las ventanas. Baja por escalera y en el buffet se compra un jugo de naranja que se toma en dos sorbos. Ella sale y una compañera entra corriendo, atropellada, con ojeras y una sonrisa enorme porque está llegando tarde a rendir por culpa de que en el trabajo no la dejaron salir antes. Todo se lo explica en un segundo al saludarla con un beso y chocar con un pibe que estaba tomando café y la mitad del vaso cayó en su camisa. Pero cuando retoma el trayecto y cruza por debajo del portón, se encuentra con Peter sentado en el capot del auto.

−¿Cómo te fue? –la saluda con un beso en la sien y ella deja caer la cabeza en su pecho– ¿Desaprobaste?

−Que la boca se te haga a un lado, Juan Pedro –lo reta mirándolo a los ojos– todavía no lo sé y tampoco quiero que me hagas preguntas al respecto –y sube al auto. Él tiene que dar la vuelta para subir del lado del conductor.

−Pero si estudiaste intuís como te va ir.

−¡Bueno, yo no! –grita porque está nerviosa y él eso lo hace reír. Peter se abrocha el cinturón de seguridad y ella tira la mochila en el asiento trasero.

−¿Fue difícil?

−No sé.

−¿Cuántas preguntas eran? –mueve la palanca de cambios.

−Las necesarias.

−¿Respondiste todo? –y ella lo mira de reojo– ¿Qué?

−¿Qué parte de que no quiero que me hagas preguntas fue la que no entendiste?

−Bueno, pero quiero sab-

−Y yo no quiero que sepa nadie –lo interrumpe y cruza las piernas sobre el asiento. Clava la vista al frente y se mantiene seria. Tanto que cuando él la mira al doblar en una esquina, se tiene que reír– ¿Tengo monos tití en la cara?

−No te enojes, La. No es para tanto.

−No es para tanto –repite– no es para tant-¡¿Vos sabes lo que pasa cuando una persona desaprueba la última materia de la carrera?! –no lo pregunta, lo está gritando– ¡¿Sabes que se le extiende durante seis meses más el cierre?!

−Si desaprobaste, cosa que no va suceder, lo volvés a intentar en otra instancia.

−Mira vos qué fácil –ironiza.

−No te podes poner así por algo tan básico.

−Mira, Peter, no te pego porque estás manejando y vamos a terminar los dos estrolados contra un poste pero en cuanto bajemos no voy a tener problema en usarte de puchinball –pero él se ríe hermoso y frena en un semáforo en rojo.

−¿Cuándo suben las notas?

−Dijeron que durante el transcurso del día. ¿Sabes qué tiene que haber en todas las facultades antes de entrar? –pregunta después de un rato– un cartel que diga "cuidado, aténgase a las consecuencias, estudiar puede ser perjudicial para su salud".

−No seas exagerada.

−Vos no hables porque tu carrera ni siquiera se estudia. Hasta un chico de cinco años la promociona en tres años –y él revolea los ojos por esa burla infinita– no sé... tengo miedo de haber desaprobado y de perder la instancia del final. Éste profesor es bastante guacho y si te tiene que clavar un cero te lo va a clavar igual según la portación de cara que tengas y cuan eficiente hayas sido durante la cursada. Y nunca tuve buena relación con él.

TREINTA DÍAS - 2Where stories live. Discover now