Día treinta: Eso que llamamos "para siempre"

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El reloj marca la una de la madrugada y ya llegamos al último día del mes. Y también a la última noticia que todavía no había sido sacada a la luz. O al menos al personaje principal. Cuando Lali terminó de pronunciar esas palabras, entumeció los labios y abrió mucho los ojos porque el sincericidio atravesó las barreras y la superó. Peter quedó tieso. Como si le hubieran tirado un baldazo de agua congelada y los músculos no le reaccionaban. De a poco va girando el cuerpo hasta volver a mirarla y así poder canalizar esa voz que le anunció que iba a ser padre.

−¿Qué?

−¿Eh? –y Lali achina un poco los ojos porque se está haciendo la boluda.

−¿Qué dijiste?

−¿Qué dije de qué?

−Lo que acabas de decir.

−Dije muchas cosas, siempre estoy diciendo cosas.

−Lali... −y tuerce un poco la cabeza.

−¿Qué? ¿Qué pasa? ¿No tenés como ganas de hacer pis? Porque yo sí, un montón. Ahora vengo... −y cuando amaga a subir las escaleras, él se mueve rápido para adelantarse y tironearla del brazo.

−¿Ese test es tuyo?

−¿Qué test?

−Mariana –se pone serio y le habla firme porque el chiste ya caducó. Entonces Lali exhala aire y se deja caer en el sillón.

−Sí... –y clava la vista en el suelo– sí, es mío... −pero como él no responde, ella cierra los ojos. Presiona fuerte sus párpados y los dientes. Todas sus pesadillas empezaron volver a girar en su inconsciencia hasta que volvió a abrirlos y se encontró con Peter acuclillado frente a ella con las manos apoyadas en sus rodillas y los ojos emocionados.

−¿Por qué no me dijiste?

−No lo sé, quería esperar –y sube los hombros– estaba planeando algo lindo para contártelo pero no tuvimos mejor idea que empezar a discutir.

−Vos discutías... −y cuando ella lo mira de reojo, él se ríe un poco– ¿Hace... hace cuánto lo sabes?

−Treinta días... y un poco más. Ese test que encontraste me lo hice el día que volvimos del telo porque había tenido una pesadilla –su voz es cálida rozando la timidez porque en realidad tiene un miedo atroz atravesándole todo el cuerpo– pero en realidad siempre lo supe, desde un principio, y la única que lo sabía era Eugenia.

−Por eso me mintió... −deduce y ella asiente– pero por qué no viniste en su momento a contármelo, La.

−Ya te dije, Pitt. Durante éste mes nos pasaron un montón de cosas, todavía no sé ni cómo sobrevivimos. Cuando me enteré quise esperar por las razones lógicas... después pasó lo de Clara y solo podía relacionar todo con lo que me hizo pasar Martín. Y después cuando nos perdonamos, empecé a buscar la manera ideal de contártelo. Claro, nunca imaginé todo el quilombo que iba a armarse por la mentira de Eugenia. La encargada de escribir nuestra historia nos debe odiar –nunca jamás, personajes favoritos.

−Dio positivo –dice después de un rato en silencio en el que se dedicó a mirarla. Es que lo está canalizando de a poco.

−Sí –inaudible.

−¿Cómo estás? ¿Qué sentís?

−Miedo. Un montón... al principio no sabía para donde salir corriendo.

−Y... −entonces empieza a titubear– y lo... ¿lo querés? O sea, ¿querés tenerlo?

−Peter, que una vez haya interrumpido un embarazo no me convierte en una abortera serial –y él esboza una risa que a ella la contagia y tranquiliza.

TREINTA DÍAS - 2Where stories live. Discover now