Bonus track IV

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−¡... quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve... veinte! –Lali grita con los ojos tapados por sus propias manos, parada en mitad de la cocina– ¡punto y coma, el que no se escondió se embroma! ¡Allá voy! –avisa por las razones obvias. Entonces primero hace ruido al mover algunos objetos y muebles de la cocina– ¿Estás acá? –pregunta al aire, a propósito, para que ella sepa que la están buscando. Después cruza al living y corre algunas cortinas. También levanta algunos almohadones del sillón y cuando ve que las piernas desnudas de Bruna sobresalen por debajo de la mesa ratona, se tapa la boca porque quiere reír y también comérsela a besos– ¿Dónde estará? –actúa el hablar sola (bueno, tampoco tenés que actuarlo tanto, mami) y continúa con su búsqueda. Abre algunas puertas, husmea en el interior de los muebles, escucha su risita porque ella cree que es la reina de las escondidas, y después sube algunos escalones de la escalera.

−¿Qué haces? –hasta que llega Peter y la encuentra parada en el quinto escalón simulando que sus manos son binoculares.

−Busco a Bruna –le cuenta al mismo tiempo que le hace señas con las manos para que él vea dónde está escondida. Entonces sonríe al mismo tiempo que se desquita del saco y lo deja en el respaldo del sillón– nos estábamos por ir a bañar pero se escondió.

−Uh, qué macana. ¿Hace mucho la estás buscando? –y a actriz, actor y medio.

−Un rato. ¿Vos no la viste?

−Y yo acabo de llegar, pero si querés me fijo en el jardín o en la calle...

−No, está bien, no importa, después la buscamos –y baja la escalera– se escondió porque no quería bañarse y si no viene se va a perder el juguete nuevo que le compré para que use en la bañera.

−Bueno, lo podemos usar nosotros –dice y Lali arruga el entrecejo– no seas tan mal pensada. ¿Y ahora que hacemos que nos quedamos sin hija?

−Y no sé... ¿qué podemos hacer? –piensa a medida que se acerca a él. Lo saluda con un beso en la boca porque él acaba de volver del trabajo y no se vieron durante todo el día porque ella había salido más temprano para irse al suyo– podemos ver una peli... ¿o sabes qué? Se me ocurrió una idea que es mucho mejor. Quiero besos de papá –y él sonríe mucho porque sabe a dónde quiere llegar– porque tengo entendido que papá da muy lindos besos.

−Sí, eso me contaron. Veo qué puedo hacer –entonces Peter se arremanga la camisa, envuelve la cintura de Lali con ambos brazos al mismo tiempo que ella le rodea el cuello, y se besan al punto de calcular los movimientos con exactitud y caer uno encima del otro en el sillón. Y no habrá pasado un minuto que cuando volvieron a abrir los ojos y desviaron la vista, Bruna estaba parada al lado luciendo solo su pañal con dibujos, el pelo lacio un poco despeinado, los ojos oliva como los de su padre y con la misma expresión que heredó de su madre.

−¡Ay, pero miren quién apareció! –Lali extiende todas las vocales y no se mueve de su lugar. Bueno, él tampoco– ¿Qué es esa cara de culo?

−No –dice Bruna con su vocecita finita.

−¿No qué?

−No, mamá –e intenta tironearla del brazo para sacarla de ahí abajo.

−¿No mamá, qué? Estoy chapando con tu padre, no me molestes –entonces lo vuelve a besar, y él tiene que contener la risa porque las caras de disgusto de Bruna son hermosas.

−¡Papá! –grita ella abriendo mucho la boca y extendiendo demasiado la última vocal.

−¿Qué pasa? Estoy ocupado –pero cuando Bruna empieza a hacer puchero, él baja la retaguardia– bueno, está bien, para vos también hay besos.

TREINTA DÍAS - 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora