Día cinco: Votos

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−¡Buenos días! –Lali llega a su centro cultural con un montón de alegría acumulada en el cuerpo. Candela y María ya están acodadas al escritorio de informes. Llegaron antes porque también salieron antes del trabajo. Y Lali llegó más tarde porque, bueno... también salió más tarde de su otro trabajo.

−Hola –Candela tiene que subir medio cuerpo al escritorio para poder saludarla. Es que ella hoy estuvo a cargo de las llamadas y de la agenda.

−Justo estábamos pensando en qué pedirnos para almorzar –le cuenta María sentada en una banqueta alta. Lali abandona el bolso en el suelo y se sube a la banqueta aledaña– ¿Ya comiste?

−Piqué algo en el trabajo, pero pidan lo que quieran que me sumo. No saben lo que extraño la comida de Fernando.

−¿Por qué te crees que a veces voy a visitar a Victorio? –acota Candela y la hace reír– te aviso que tu primera clase de mañana ya agotó cupos.

−¿En serio? –pregunta sorprendida.

−Sí. Tu curriculum fue de gran ayuda... y creo que también que estés en pareja con el dueño de una editorial –pero Lali se muerde el labio; es que ella brindará clases de escritura creativa para jóvenes de dieciocho años en adelante.

−¿Ustedes cómo están?

−Bien, también. Hace un rato sumé a mi quinta pareja –dice María, encargada de las clases de tango. Lali da aplausos cortos y rápidos de felicidad.

−Y por mi parte también, muy bien. Hoy temprano vinieron chicas de un colegio que hay acá cerca para preguntar por mi clase y me aseguraron que iban a empezar así que agendé sus números por las dudas que no vengan. Las tengo que perseguir... −y Candela es la que lleva adelante las clases de tap. Fue un gran hallazgo para Lali cuando le contó que sabía bailarlo y no le creyó hasta que la vio bailar en el living de su casa– pero voy a cambiar de tema porque tengo un asunto gravísimo que resolver.

−¿Qué pasó?

−No me digas que ahora no te querés casar porque ya compré el vestido y los zapatos me salieron carísimos –María habla rápido y con una mano en el pecho.

−No, no es eso pero tiene mucho que ver. Tengo que escribir mis votos para decir en la ceremonia pero no sé qué escribir.

−Cumplieron catorce años, Cande –dice Lali entre risas– creo que tenés un montón de cosas para decirle.

−Es que siempre nos las dijimos y no se me ocurre nada que sea original para ese momento, ¿entendés?

−Háganlo sencillo, júrense quererse hasta que la muerte los separe y olvídense de los votos.

−Es que Victorio quiere los votos y no quería decirle que no. Ya bastante "no" se banca en nuestra relación como para también imponérselos en la boda. Me gustaría que me ayuden... y traje un par de machetes –Candela se agacha y al volver a subir apoya una caja roja de zapatos y vieja, frente a ellas– son todas las cartas que nos escribimos.

−Te diste cuenta que tiene olor a rancio ¿no? –le consulta María con la nariz tapada.

−¿Son todas cartas entre ustedes? –Lali abre la caja y arruga un poco la nariz porque una oleada de humedad le atacó las fosas nasales.

−Sí... seguramente haya muchas más de Vico que mías porque yo dejé de hacerlas cuando tenía veinte –mientas las saca y abre algunas que están dobladas en ocho partes– él siguió hasta los veinticuatro, más o menos... en realidad hasta que le dije que dejara de hacerlo porque ya me parecía demasiado estúpido.

TREINTA DÍAS - 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora