Especial: Cuareterna - 2da parte

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Día 100 de cuarentena.

Se cumple un siglo en días de encierro ¿y para qué mentir? Ya nada es lo mismo que esa primera quincena en donde la utopía nos hizo crear un escenario posible en que volveríamos rápidamente a nuestras vidas rutinarias. Gastón está cansado del home office y, cada vez que termina una reunión laboral, avisa que será la última vez que lo verán porque va a tirar la computadora por la ventana. Rocío es la que más sabe entretenerse cuidando sus plantas, tocando la guitarra y gastando parte del sueldo en decorar el departamento. También empezó clases de yoga y se inscribió en piano, reiki y dibujo en caricaturas. Bueno, no vamos a juzgar, cada uno mata el tiempo como puede y mientras ustedes lloran, ella lo aprovecha sumándose más conocimientos. No es el caso de Agustín que, acostumbrado a estar rodeado de sus amigos, en breve colapsa. A veces olvida que Luján es su novia y, en mitad de un torneo de metegol, la insulta como si estuviera en la cancha presenciando un Racing-Independiente. Por suerte solo basta con que ella lo mire y abandone para que él la corra pidiendo perdón y suplicándole que no lo deje. Victorio ya cocinó todas las recetas que encontró en internet y a veces se dedica a quedarse sentado esperando a que la masa madre crezca. Candela le saca fotos cada vez que lo encuentra sentado en la cocina y la manda al grupo; además, ella también aprovecha que su marido se tilde con cualquier cosa para poder dedicarse a una actividad serena como, por ejemplo, pintarse las uñas de los pies acostada en una reposera mientras bebe un jugo natural. Pero todo esto es muy diferente cuando tenés hijos porque, por un lado, Rufina y Magnolia analizan la posibilidad de hacer un boquete en el departamento porque lo vieron en una película, al mismo tiempo que espían a los vecinos o le insisten a su madre con modificar el órden de los muebles de la casa. Eugenia no sabe qué más proponer y ya está harta, creo que es en vano aclararlo. Por el otro lado, Bruna y Santino están más cómodos en una casa grande, con patio y juegos, pero aparece una necesidad de atención que sorprende bastante a Lali y Peter y, las veinticuatro horas del día, ambos no quieren separarse de sus padres. Lali cocina y Bruna está sentada en la mesada pasándole los ingredientes. Peter hace gimnasia y Santino intenta imitarlo a su lado. Lali sale de bañarse y Santino está parado arriba del inodoro jugando con el secador de pelo. Peter está en una reunión laboral y Bruna lo mira fijo mientras come cereales sentada a su lado. Están mutando u organizando una rebelión en sus mentes.

Esa tarde, Santino propone jugar a las escondidas. No es una mala idea, pero sí lo es porque los más grandes todavía están almorzando. Ellos tuvieron una reunión laboral que se extendió e hicieron que los niños coman antes respetando el horario rutinario del almuerzo. Bruna no quiere escuchar excusas y empieza a contar, así que cuando Santino sale corriendo, Lali y Peter tienen que hacer lo mismo. En la segunda oportunidad, cuando le toca contar al más chiquito con esa dificultad de solo saber llegar al número treinta, Lali agarra su plato de fideos y sube al primer piso. Sí, va a esconderse, pero también va a comer porque son las cuatro de la tarde y ese estómago pide carbohidratos. Sigilosa entra al cuarto de baño de su habitación y busca la llave en el botiquín para cerrarla, pero descubre a Peter del otro lado de la mampara, sentado en una esquina de la bañera y enrrollando sus fideos largos que tampoco llegó a almorzar.

–Ay, no, me arruinaste el escondite –ella se queja y patalea.

–No hables muy fuerte si no querés que te encuentren –y él le hace un lugar. Lali entra a la bañera y se ubica en la esquina opuesta.

–¿En qué momento de nuestras vidas pasamos a almorzar en una bañera?

–No sé, pero esto no es higiénico –Peter gesticula disgusto mientras mastica y ella esboza una risa envolviendo sus fideos con manteca– ¿Tino sigue contando?

–Sí, así que podemos estar acá hasta pasado mañana. No traje jugo –recuerda. Peter saca un brazo de la bañera y levanta un vaso cargado que le ofrece– sos un boy-scout.

TREINTA DÍAS - 2Where stories live. Discover now