Día dieciocho: Positivo

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Hola, permiso. ¿Cómo andan? Soy lo autora, supongo que me recordarán y ya me tendrán leída. Solo vengo a intervenir porque a éstos los dejo un par de días solos y mi protagonista toma la maravillosa decisión de acostarse con una empleada cualquiera engañando así a mi otra protagonista. Sí, vos, el que está tirado en la cama boca arriba con los ojos abiertos mirando el techo. ¿Además de administrador de empresas también te recibiste de estúpido? De la única persona que pensé que nunca iba a tener que preocuparme era de vos pero parece que ni ese lujo puedo darme. Deja de mirarme así porque estoy enojada. Y ni se te ocurra intentar defenderte con algo porque sos indefendible, maldito niño rico. Son las cuatro y media de la madrugada y todavía no te dormiste. Ni siquiera juntaste todo lo que tu novia... ¿o le digo ex? Okey, novia entonces. Ni siquiera juntaste todo lo que tu novia tiró. ¿Vas a quedarte como una piltrafa llorando por los rincones preguntándote en qué fallaste para cometer semejante acto? Porque dejame decirte que cuando la invitaste al yate ya todos sabíamos que se iban a ir a la mierda. Y si no intervení fue porque no soy Dios, solo una simple humana, así que bajame ese dedito acusador y empezá a revolver en esa cabeza hasta encontrar una respuesta a todas las preguntas y también una cura para todas las heridas porque lamentablemente para vos me voy a ubicar de un lado de la grieta y no es del tuyo.

Cuando la tarde anterior Lali huyó de la casa en la que dejó solo a Peter encerrado en esas paredes que se le estaban por caer encima al punto de aplastarla, fue a la terminal de micros para viajar a larga distancia hasta la casa de sus padres. Consiguió asiento del lado de la ventanilla por lo que pudo pegar la cabeza y tener algo qué mirar para desahogar toda esa pena que le estaba quemando la espina dorsal. Qué suerte que nadie ocupó el asiento aledaño porque no hubiera soportado que le pregunten si está bien. Si estuviera bien no estaría llorando como un escuerzo, ¿no te parece?, pensó. Claramente, pero a las personas se les da siempre por hacer esas consultas obvias que a veces no sabes si responderlas en serio o hacerles un simple fuck you para minimizar cualquier tipo de discusión. Cuando se subió al remis, tenía dos llamadas perdidas de Peter. También un mensaje en el que le escribió para pedirle que escuche toda la historia y otro en el que le avise en donde va a estar. Pero no le respondió ninguno. Lo silenció y lo volvió a guardar. Helena abrió la puerta de la casa cuando escuchó el pestillo de la puerta de rejas y reconoció a Lali a través de la ventana. No alcanzó a preguntarle qué sucedió para que la visite tan sorpresivamente, que ella se abrojo a su cuerpo maternal y lloró un poco en su hombro hasta empaparle la camisa y dejarla que la arrope.

−Arranqué unas naranjas enormes y muy jugosas así que te voy a hacer probar con el mate, queda exquisito –Helena le cuenta mientras corta en rodajas una naranja en una tabla de madera sobre la mesada. Lali ya está sentada en la mesa redonda de la cocina– ¿Querés mate o té? Un té de limón es mejor opción.

−Dale, gracias –tiene el codo clavado en la tabla y la cabeza descansando sobre un puño. Helena la mira de vez en cuando y exhala un montón de aire antes de arrastrar todo a la mesa.

−Papá está durmiendo –le avisa y se sienta frente a ella– podes contarme todo lo que quieras.

−Es que no quiero contártelo.

−Lali...

−Por favor, mamá –se lo exige– no me hagas hablar de esto.

−Es que para que algo empiece a doler menos hay que extirparlo... y lo primero que hacemos para extirparlo es hablarlo –y le arrastra el primer mate de la pequeña ronda– ¿Pasó algo en el trabajo?

−No.

−¿Te peleaste con Euge? Porque cuando ustedes se pelean después están un montón de días apolilladas en la cama hasta que una termine cediendo –y Lali esboza una pequeña sonrisa.

TREINTA DÍAS - 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora