CAPÍTULO 2

637 80 13
                                    

BIENVENIDAS AL PALACIO DE LA RUBIA DESESPERADA Y SU AMIGA LUCY

 

 
 
 

Elain mataría por estar en esta corte.

Faye observó atentamente cada detalle de la mansión/castillo. Había mucha naturaleza sin contaminación, cosa que le agradaba; pero eran puras flores. Le hubiera gustado ver alguna playa con palmeras, algún sauce llorón cerca de un lago, algunas montañas o incluso algunos helechos. Recordaba que su madre de su vida pasada tenía una colección de helechos en el portal de la casa y siempre los veía a la hora de ir a la escuela o al trabajo. Extrañaba ver esas plantas adornando su hogar.

Le dio un vistazo a Feyre que lo analizaba todo con la mirada de una artista amateur ansiosa por empezar a capturarlo todo con el pincel. Sonrió recordando las pocas clases de dibujo que le dio para que mejorara su técnica. Esos días de pintura entre ellas las había vuelto más unidas al compartir un mismo hobby.

Entraron en la edificación y se detuvieron delante del banquete más apetecible que hubieran visto en toda su miserable e insignificante vida. Podía perfectamente ver cómo su estómago alzaba las patas delanteras y sacaba la lengua ansioso por recibir la comida como premio. Sin embargo ninguna de las dos se movió del umbral del comedor. Severus, por otro lado, ignoró que sus dueñas se hubieran convertido en estatuas de palitos y se subió a la mesa para empezar a devorar un pollo asado.

La rubia desesperada se sentó en el cabezal y en un destello de luz blanca volvió a tener tres patas (ya ustedes saben cuál es la tercera 7u7). Notó que Feyre ahogaba un grito de miedo a su lado. Entrelazó sus manos y le dio un apretón para brindarle calma y valor.

Feyre y Tamlin tuvieron su coqueteo o lo que sea que estuvieran haciendo mientras Faye pensaba en dónde estaría la biblioteca de ese palacio y Severus se comía su tercer (¿o era el cuarto?) pollo. Solo regresó a la realidad cuando apareció Lucien. Caminó como un rayo hacia la mesa sentándose cerca de la rubia desesperada. El zorrito se veía exactamente como lo describía el libro: orejas puntiagudas, cabello rojo como un atardecer, piel cobriza, una cicatriz surcando desde su mandíbula hasta su frente, un ojo dorado de metal y otro real de color púrpura.

—¿Y?—Preguntó como una vieja chismosa.

—Y ¿qué?—Tamlin inclinó la cabeza en un movimiento más animal que humano.

Panqué—siguió Faye con humor.

—Entonces, ¿Andras está muerto?

—Por desgracia—Respondió con voz apesadumbrada.

—¿Cómo?—Quiso saber Lucien; tenía los nudillos blancos y los brazos musculosos cruzados sobre el pecho.

—Dos flechas de fresno—Respondió. Lucien siseó con rabia—El mandato del tratado me llevó hasta las mortales. Les ofrecí refugio.

—Dos chicas…—Parecía ligeramente sorprendido, pero después endureció su mirada—Dos chicas mortales… mataron a Andras—No había sido una pregunta sino más bien un reguero venenoso de palabras. Miró al otro extremo de la mesa, donde se encontraban dos sillas vacías—Y el mandato dijo que las chicas eran las responsables.

Tamlin dejó escapar una risa despectiva y las señaló.

—La magia del tratado me llevó directamente al umbral de su casa.

Lucy se volteó hacia ellas.

—Estás bromeando. ¿Esas cositas flacuchas hicieron caer a Andras con una sola flecha de fresno cada una?

A COURT OF SILENT AND STARS (UNA CORTE DE SILENCIO Y ESTRELLAS)Where stories live. Discover now