CAPÍTULO 23

407 41 13
                                    

GRACIAS

 

Si algo le gustaba a Faye del invierno, era el calor.

No, ella no era idiota (aunque lo pareciera la mayoría del tiempo). Con el "calor de invierno", se refería a cómo en esa época se apreciaba mejor la calidez que te brindaba tu abrigo, tu manta o un buen chocolate caliente. Ya que, en pleno verano mexicano, uno mandaba el calor directamente a la chingada.

Por eso encontró muy placentero estar durmiendo rodeada de un confortable calor. Estaba siendo abrazada por alguien muy calentito. Ella no podía hacer otra cosa más que acurrucarse cada vez más cerca y restregar su cara como un gato queriendo recibir caricias. Soltó un suspiro de placer, llenando su nariz del agradable olor a cítrico.

Una extraña calidez asentándose en su pecho.

Se sentía tan en paz... Era como estar entre los brazos de alguien en quien confiaba plenamente. Podía sentir bajo sus dedos la amplia espalda de quien la abrazaba. Tenía una suave piel tersa sobre unos marcados músculos. Apreció lentamente cada uno de ellos, tratando de memorizar su forma para dibujarlo posteriormente. Y entre los omóplatos...

Qué suave...—en medio de su estado de duerme vela, logró formar ese pensamiento de manera coherente.

Podía sentir, bajo la yema de sus dedos, cómo la piel se volvía aún más suave en algo que partía de entre los omóplatos. No estaba muy segura de qué era, pero cada vez que lo rozaba, sentía un estímulo de gran satisfacción. Lo cual era rarísimo porque ese sentimiento no parecía ser suyo. Sin embargo, en ese momento estaba tan adormilada que ni siquiera se molestó en indagar al respecto.

Tan suave...

En algún momento, aquello que estaba tocando comenzó a moverse levemente, como si temblara bajo su tacto. Aún sin abrir sus ojos Faye intentó volver a tocarlo repetidas ocasiones, pero parecía rehuir de sus dedos. En el enésimo intento frunció levemente el ceño, insatisfecha con su enésimo fracaso.

—Faye...—Una suave voz llegó a duras penas a su oído, pero la ignoró—Faye—El volumen fue incrementado levemente, pero ella seguía sin prestarle la más mínima atención—¡FAYE, DETENTE, POR LA MADRE!—Aquel grito susurrado fue suficiente para espabilarla.

Faye parpadeó lentamente, su mente aún embotada por el sueño. Lo primero que vio fue un hombro masculino. O al menos quería pensar que no se trataba del de una mujer porque entonces sería una muy musculosa y bronceada.

Awanta vara... Ese es el brazo de Rhys. ¿Serás pendeja?

¿Por qué te preguntas cosas que ya sabes?

¡Hey!

Dejando de lado sus problemas mentales, Faye volteó su rostro al frente. Lo que se encontró definitivamente era un pecho masculino. Tal y como lo recordaba: intrincados tatuajes ilyrios, pectorales tan anchos y grandes que la hacían dudar de su propio pecho a veces, y clavículas pronunciadas.

Al alzar la vista, siguiendo el recorrido de la garganta, se encontró con el rostro de Rhys. El cabello negro estaba levemente revuelto, probablemente porque no cambió de posición mientras dormía. Sus ojos, de un curioso color violeta que jamás encontraría en la mirada de alguien de su otro mundo a menos que usara lentes de contacto... Faye sintió que el aire se le iba de los pulmones al conectar miradas. Él la estaba viendo con un brillo que reconoció como peligro.

—No sigas tocando...—La voz de recién despierto de Rhys sonó filosa y amenazante, pese a que se trataba de un susurro.

—¿Uh?—Balbuceó aún medio dormida.

A COURT OF SILENT AND STARS (UNA CORTE DE SILENCIO Y ESTRELLAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora