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Harry.
Abro la puerta de mi casa y escucho el silencio en su máximo esplendor.
Camino despacio y bebo un poco de agua para refrescar mi cuerpo luego de una larga caminata.
Salgo para mi jardín a respirar un poco de naturaleza. El sonido de los pajaritos y el sol que comienza a asomarse me entregan un domingo perfe...
—¡Papá! —unos gritos me sacan de mi atmósfera tranquila.
—Buenos días —les sonrío cuando mis pequeños corren hacia mí. —¿Qué hacen despiertos tan temprano?
—Se me fue el sueño —mi hijo me suelta y corre hacia el trampolín.
—A mi también —Ethan responde para seguir a su hermano.
—No creo que sea buena idea saltar tan tempra...
—¡Wuuuuu!
Noah y Ethan empiezan a chillar eufóricos por sus brincos y yo los silencio al no querer despertar a todos.
—¡Salta con nosotros, papá!
Quiero ahogarlos para que se callen pero cuando me acerco, un llanto proviene desde el segundo piso.
—Carajo —cierro los ojos. —No hagan más bulla, despertarán a su hermano y a su madre.
Los gemelos me ignoran por completo y corro escaleras arriba con la esperanza de que mi esposa no se haya despertado.
—Buenos días —me estrello con Jane en la puerta de la habitación de Sophie.
Hago una mueca al ver su rostro de mal humor y entro detrás de ella a la habitación de nuestra bebé.
—Yo me encargo, sigue descansando —pero Jane me ignora y toma a mi bebé de dos años para mecerla de un lado a otro.
—¿Terremoto y Maremoto? —pregunta con los ojos cerrados.
—Terremoto y maremoto.
El apodo para nuestros gemelos nace de lo terribles que son. Mis pequeños de seis años son realmente unos diablos que se encargan de mantenernos ocupados todo el día. Desde que nació Sophie, Jane ha estado más ocupada cuidando a la bebé y aunque yo me había tomado un descanso de la música, no nos dabamos a basto.
Le quito a Sophie de los brazos para intentar dormirla. Jane me abraza y le doy un beso en la frente para enviarla a dormir nuevamente. Ella bosteza y camina hacia el pasillo.
—¡Mamá! ¡Tengo hambre! —Jane abre los ojos y yo rasco el puente de mi nariz nervioso.
—Apenas son las ocho de la mañana, Noah.
—Yo también tengo hambre, mami —Ethan se cuelga de mi mujer y hace puchero.
—Ya voy, cariño —ambos salen corriendo de la habitación de su hermana y Jane hace un gesto como que quiere ahorcarlos y luego desaparece con ellos.
