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Harry.
Me rocío perfume por última vez y sonrío ante el espejo para asegurarme que me encuentro guapo.
Acomodo un rizo fuera de su lugar y cuando estoy por volver a sonreír para comprobar que sigo estando guapo y perfecto, un olor a quemado invade mis fosas nasales.
Olfateo un par de veces y entro en pánico cuando me doy cuenta de que se trata.
Corro hasta la cocina y abro el horno, de este sale algo de vapor y sin el menor cuidado mi mano toca el recipiente dentro.
—¡Carajo! —mis dedos se queman y busco rápido algo para no morir agarrando eso.
Logro rescatar la lasaña que había preparado y frunzo el ceño cuando me doy cuenta que se quemó solo un lado.
Abro una ventana para que el aire se lleve el olor a quemado. Resignado a llamar a un delivery para pedir comida, camino hasta mi habitación en busca de mi teléfono pero me detengo justo en el primer escalón cuando el timbre suena.
—Mierda —susurro.
Suspiro y por fin abro la puerta para encontrarme a una Dakota sonriente.
—Harry —dice dandome un beso en la mejilla.
—Señorita —bromeo y le permito pasar a mi hogar.
—Aquí está caliente, afuera es un congelador —junta sus manos y las mueve.
—Tengo la calefacción prendida cuando vi que estábamos a ocho grados —ella se retira su abrigo y rápidamente se lo recibo para colocarlo en el perchero. —Llegas justo a tiempo, acabo de sacar la cena del horno.
La cena algo quemada.
—¿Cocinaste para mi? —sus ojos azules me miran.
—Así es, debes probar mi exquisita lasagna.
—¡Claro! —y la guío hasta el comedor mientras charlamos sobre cosas sin importancia.
La dejo sentada en la mesa y con toda la esperanza de que la cena que preparé le agrade, salgo al comedor con la fuente entre mis manos.
Bajo su atenta mirada coloco el recipiente sobre la mesa de vidrio.
—Se ve deliciosa, H —hago un gesto de arrogancia cuando tomo la botella de vino entre mis manos.
—Se ve y sabe deliciosa. Elegí vino seco porque sé que es tu favorito, D —ella asiente y sonríe.
—Me conoces bien —termino de destapar la botella y le guiño el ojo.
Sirvo las copas para finalmente sentarme a su lado.
—¿Cómo va el rodaje? —la pelirroja extiende su plato hacia mí mientras le sirvo un pedazo de pasta.
