MiniRelato N°18: Adrinette Leve Marichat

593 66 11
                                    


Marinette se había atrincherado en su habitación y no había poder humano que la hiciera salir de ahí.

Había trabajado en unos bocetos durante semanas, sin poder dormir, sin poder comer adecuadamente, para que simplemente Audrey Bourgeois tomara las hojas y las lanzara al aire, sin siquiera verlas en profundidad.

Ella sabía dónde se había metido, pero no evitaba que la hiciera sentir toda una completa fracasada. Quizás, realmente, nunca tuvo real talento y la gente solo le decía que sí por pena.

Ahogó un grito en la almohada y bajó hacia su escritorio, donde estaban las hojas arrugadas y sintió sus ojos arder. Ella estaba tan orgullosa de esos dibujos, sentía que había creado una obra maestra, cuando realmente era una basura maestra.

Quizás solo debía rendirse y trabajar en la panadería de sus padres. Sí, esa era buena opción, al menos el pan y los macarrones le quedaban bien.

—¿Marinette? —escuchó venir de la trampilla, y con todo el nervio del mundo se dejó caer sobre ella, para que no pudiera entrar—. ¡Por favor! ¡Ábreme! Tus padres están muy preocupados y yo también.

—¡Estoy bien! ¡Perfectamente bien! —exclamó con exceso de energía— ¿No deberías estar en tu clase de esgrima?

—Debería, pero Kagami me cubrirá —le respondió y volvió a golpear—. Por favor, necesito verte.

—No —dijo—, no quiero que me veas, soy un fracaso, no sirvo para nada, soy lo más inútil de este universo y si te quedas conmigo te contagiaré.

Al no escuchar respuesta, Marinette pegó la oreja al suelo, solo pudo escuchar los pasos bajar la escalera.

Sí, así era mejor.

O eso pensó, pues solo fue cuestión de segundos para sentir unos pasos en su balcón y apenas tuvo tiempo de ponerse de pie, cuando Chat Noir ingresó a su habitación.

—Eso es violar la privacidad de un civil —le reclamó.

Chat Noir no dijo nada, simplemente, bajó de la cama hasta donde estaba ella y la tomó de los hombros para observar su rostro.

Su nariz estaba roja, sus ojos hinchados y llenos de lágrimas. La sola imagen le rompió el alma.

—Destranformación —pidió, antes de abrazarla y rodearla con sus brazos— Mi Marinette —susurró.

Ella se resistió un poco, pero enseguida lo abrazó tan fuerte como sus brazos le permitieron.

Y lloró en sus brazos hasta que finalmente logró calmarse.

—¿Me dirás que pasó? —le dijo, mientras le sobaba la espalda con suaves caricias para que se mantuviera tranquila.

—Ella odio todo mi trabajo, ni siquiera lo vio en profundidad.

—¿Puedo verlos?

—Son horribles—respondió, pero, aun así, se separó de él y tomó las hojas para dárselas.

—Marinette, esto están precioso —exclamó, encantado con lo que veía.

—No me mientas —le pidió—. Son horrendos, por eso Audrey los lanzó al aire.

—¿Los lanzó al aire?

—Sí —afirmó.

—¿Te dijo que no servían?

—Dijo que esperaba algo mejor —bajó los hombros completamente desinflada.

—¿Y no pensaste en hacerlos coloridos?

—¿Cómo?

—Solo usaste el patrón blanco y negro que a ella le gusta —le recalcó—. Y tampoco ella es como Cruella de Vil que quiere que todo su atuendo sea así.

—Dices que no son mis diseños, ¿son los colores?

—Marinette, eres una bomba de energía y de luz, obviamente que se espera que hagas cosas brillantes, con colores, que resalten a las personas. Pero a la vez que pueda ser elegante.

—Entonces, ¿si tengo talento?

—Por supuesto, amor —le dijo, poniéndose de pie, para limpiarle las lágrimas que tenía en sus ojos—. Eres tan talentosa que tus posters acompañan cada gira de Jagged Stone. Qué Kitty Section usa tus diseños con orgullo. Y yo...

—¿Y tú?

—He vestido creaciones únicas y exclusivamente hechas para mí. Y amo todo lo que haces, ajeno a que seas mi pareja.

—Y yo te amo a ti —respondió con un puchero de su labio derecho extendiéndole los brazos— ¿Me abrazas?

—¡Con una condición!

—¿Cuál?

—Que no vuelvas a tratarte de inútil y que no sirves para nada, o realmente me molestaré contigo.

Marinette afirmó con la cabeza y Adrien la abrazó.

—Lo intentaré.

—Confía en ti, como todos los que creemos en ti.

Mini RelatosWhere stories live. Discover now