Minirelato N°51: Marichat

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Marinette miró al superhéroe que traía un paquete cubierto de papel rosa y un moño rojo en sus manos, ladeó su cabeza de un lado al otro, sin poder imaginar que había traído el gato esta vez.

—¿No vas a tomarlo? —le preguntó Chat Noir, extendiendo el regalo.

—Sigo sin entender porque tuviste que venir como chat Noir para darme esto

—¿Y dártelo en la escuela mañana? —exclamó, para luego negar con la cabeza—. No me voy a arriesgar a que algo le pase, arruinaría todo el sentimiento del regalo.

Marinette lo miró de reojo por haberla tratado de torpe indirectamente y apoyó el regalo sobre la pequeña mesita que tenía en el balcón para abrirlo. Con delicadeza quitó la cinta y abrió el papel de regalo. Se encontró con una caja blanca, quitó la tapa y se sorprendió.

—¿Una rosa? —consultó, haciendo que Chat Noir quitara el contenido de la caja para que pudiera apreciarla mejor.

—No es una rosa cualquiera —le explicó, mostrando la capsula de cristal que la encerraba—. Es una rosa inmarcesible —informó, tocando un botón debajo que hizo que pequeñas luces, iluminaran la rosa roja de su interior—. Es una rosa permanente, nunca se marchitará, siempre estará hermosa como tú. —Marinette infló las mejillas sin ser capaz de responder aquel acto de coquetería del superhéroe— ¿Y sabes qué otra cosa nunca se marchitará?

—¿Qué? —dijo sin mirarlo, observando la hermosa rosa frente a ella.

—Mi amor por ti, M'lady —bajó la cabeza como si le estuviera haciendo una reverencia.

Marinette le dio la espalda sin poder resistir que la tomara con la guardia baja. Tomó aire y volteó a ver al superhéroe que la miraba con una enorme sonrisa en sus labios.

—Eres insufrible —protestó la chica, cruzándose de brazos, pero sus palabras son quitaron la sonrisa de Chat Noir.

—Pero así amas a este chico —afirmó encogiéndose de hombros, como si él no tuviera nada que ver, sin dejar de sonreír—, y no te culpo, soy fantástico.

Marinette frunció el ceño una vez más y le quitó la rosa de las manos al superhéroe y la observó más a fondo. Era tan preciosa y estaba segura que en la noche se vería mucho mejor.

—Gracias —dijo, tras un breve momento en silencio.

—Cuando quieras, Princesa. 

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