MiniRelato N°22: Adrinette

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Marinette observó la hora en el reloj de su muñeca y extendió sus brazos hacia arriba, buscando estirar su espalda. Llevaba cerca de tres horas diseñando unos modelos de chalecos para una comisión y finalmente había conseguido dar con algo que la hacía sentir satisfecha.

Sonrió, poniendo sus manos en el borde de su atril de trabajo y se lanzó hacia atrás para poder levantarse e ir a buscar a su marido e hija que llevaban en silencio justamente las mismas horas que ella trabajando. ¿Se habrían quedado dormidos?

Camino lo más silenciosa que pudo por el pasillo que llevaba a la habitación de Emma y cuando llegó, tuvo que llevar ambas manos a su boca para no estallar en carcajadas.

Adrien estaba sentado junto a Emma y sus peluches, tomando el té que ella servía tan animadamente. Su hija tenía puesto un traje de princesa celeste y Adrien, su querido esposo, tenía puesto un tutu morado sobre su pantalón de buzo y una corona en sus brillantes cabellos rubios.

—¿Desea más té? —preguntó la niña de cinco años.

—Sí —la voz tan grave que hizo para imitar a una señora, fue demasiado para Marinette que dejó escapar una carcajada, rompiendo la burbuja de ambos rubios.

—¡Mamá! —exclamó la pequeña, ilusionada de ver que su madre ya no estaba ocupada. Marinette la vio con una sonrisa, pero cuando miró a su marido, no pudo aguantar de nuevo el ataque de risa que surgió en su ser.

Es que no solo tenía una corona, sino que además tenía distintos clips en su cabello, y claramente, su hija había decidido pintarle a su padre la cara como si fuera una obra maestra, porque las sombras moradas y celestes le resaltaban increíblemente sus ojos verdes.

Definitivamente, había juzgado mal a Chloe cuando le regaló eso a la niña, ahora le había dado una buena sesión de risas.

—¿Qué le pasa a Mamá? —preguntó Emma preocupada al verla reír perdida en sus pensamientos.

Adrien negó con la cabeza.

—Tu madre está celosa de que me veo mejor en maquillaje que ella —y ante eso, Marinette se apoyó contra la puerta, apenas pudiendo respirar de la risa.

—¿No deberíamos ayudarla? —volvió a preguntarle a su padre.

—Quizás, lo que deberíamos hacer es —le susurró algo al oído de la pequeña que la hizo exclamar tan fuerte que Marinette cesó con las risas—. Ve por ella, mi gatita.

Cuando Marinette vio a su pequeña hija, Emma se acercaba a ella con el maquillaje y el resto de sus clips.

Adrien observaba orgulloso como su hija trabajaba en su esposa, cruzado de brazos.

Ahhh la venganza era tan dulce como el té que Emma le servía. 

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