CAPÍTULO 3: El diablo en Crawling

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Van pasando las horas, pero nada cambia. Sigo en la sala de interrogatorios, esposado frente a un cristal de espejo. No sé quién me estará viendo del otro lado, o qué interés tiene en mí, más allá de ser un consabido adepto de Satán. Pero me aseguro de no perder la cabeza y mantener la calma del único modo que sé: con música. A veces tarareo, hasta que un policía me manda callar; otras silbo, también hasta que alguien se queja; y por último, pego golpecitos en la mesa que tengo delante.

-¿Vas a estarte quieto de una vez? -gruñe el policía que espera conmigo.

Modero la intensidad, pero prosigo con mi improvisación. Es lo único que me ha salvado de cada tropiezo, cada revés, cada mala caída. Ellos no lo saben, pero la música es lo único que me impide rendirme. Y eso no van a poder quitármelo.

-¿Nunca has escuchado a The Clash? -le pregunto con toda la calma del mundo-. Su canción de 1977, "I fought the law"* no fue una canción originaria del grupo, pero pocos lo saben. Pertenecía a una banda de Texas, llamada The Crickets... ¿Tampoco los conoces? Pues su música es admirable...

Me mira como si acabara de degollar una gallina ante sus narices. Hace unas horas, tuve mi primer contacto con Katherine Cunningham, la madre de mi amigo Jason. Me pidió encarecidamente que guardara silencio, que no comprometiera más mi situación; pero temo envenenarme a mí mismo si sigo reteniendo el cóctel de emociones con el que cargo. Debería comportarme, ya que accedió a defender mi inocencia de forma desinteresada... y más teniendo en cuenta que el denunciante es su propio marido. Pero después de tantas horas de interrogatorio, estoy a punto de perder los papeles.

-¿A un agitador idealista como tú le gusta The Clash? -dice una voz a mis espaldas.

Es el inspector jefe de la policía, Ashton Gilmour. Por supuesto, nos conocemos bien. Sigue siendo un hombre de expresión ceñuda, poblado bigote blanco y garganta arrugada. Su viejo subinspector, una farola con barriga cervecera, debe de haberse jubilado, pues lo acompaña una mujer joven, de cabello oscuro y labios pintados de rojo. Aguarda mi respuesta con interés, sin desviar sus iris de color esmeralda de mi rostro... y eso me pone nervioso.

-¡Por supuesto! -afirmo, tras un breve silencio-. Si Joe Strummer me pidiese que le besara las botas, ni lo dudaría un segundo...

-¿Incluso después de abandonar su compromiso con la denuncia y sucumbir ante los ideales que defendían? -Tuerce su bigote en un gesto burlón-. Eso no parece muy... punk.

-Inspector Gilmour, los agitadores no somos personajes planos e intransigentes. -Fuerzo una sonrisa ante su incredulidad-. Y el punk no es una lectura literal, como tampoco lo es la Biblia.

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