CAPÍTULO 29: Nada que decir

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Los tres primeros días, sólo quería morirme. Lloré hasta que no me quedaron más lágrimas, desde que me despertaba hasta que me dormía. Me odié a mí misma, odié al mundo entero y lo odié a él. No era capaz de concebir cómo había sido capaz de hacerlo. Intenté disculpar su comportamiento, escudándome en las disculpas de siempre: sus dificultades, la presión del concurso, su propia inseguridad… hasta que me sorprendí intentando convencerme de que no era culpa mía. Hundida en ese pozo, la única conclusión que sacaba al finalizar el día es que lo había apostado y perdido todo, incluso mi propia dignidad 

Creí que sería capaz de perdonar u olvidar, como otras veces. Pero no fue así. Esta vez, no sólo destruyó lo que había entre nosotros, sino también mi confianza y mi autoestima. Me demostró que no le gusto lo suficiente. Recordé una y otra vez, como en un disco rayado, las ocasiones en las que pudo haberse acostado conmigo y salió huyendo. Por más vueltas que le di, no fui capaz de entender qué había de malo en mí, si tan horrendos podían ser mis defectos. Pensé en Ly, en su belleza natural, su figura, su seguridad al afirmar que ningún hombre escapa a sus encantos. Debe de ser cierto. Al igual que tenía razón al decir que Wadie no era especial. Sé que no puedo competir contra ella. Ni debo.

La culpa no es de Ly por ser mejor, sino mía. Por no quererme, por no valorarme y por no hacerme valer como me merezco. No puedo rogar a nadie que me prefiera antes que a otra mujeres. Debo ser la única por pleno derecho para ese alguien que me quiera de verdad. Y no es Wadie, ahora lo veo. Porque quizá no soy la más guapa, la más divertida o la más comprensiva… Pero habría bajado al infierno para traerlo de vuelta si fuese necesario. 

El cuarto día de miseria, cuando me desperté, ya no quedaban lágrimas, pero sí la certeza de que es hora de cuidar a la persona que más ha sufrido hasta ahora: yo misma.

Una madre capaz de cambiarme por cualquier noviete mafioso que recite la Biblia; una mejor amiga que en lugar de buscar explicaciones, me da la espalda cuando más la necesito; y un hombre que me dice que me quiere, pero que en cuanto se marcha una semana, se olvida de que existo…

 Se acabó. Me hice esa promesa hace tres semanas y la he cumplido a rajatabla. Nadie va a pisotearme nunca más. Buscaré un trabajo, un nuevo hogar y terminaré los estudios por mi cuenta. Prefiero apañármelas por mí misma antes que estar rodeada de hipócritas. No necesito a nadie que me aporte problemas.

Y el cambio comienza por hacer el vacío a la persona que se encargó de destruirme: Wadie Mason.
   






   

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