CAPÍTULO 22: La bajada de pantalones

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Me despierto con un buen susto

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Me despierto con un buen susto. Cien campanillas golpeadas al unísono por un martillo me perforan los tímpanos. Es el sonido que más odio en este mundo, ya ni digamos si es lo primero que escucho por la mañana. Me tambaleo al levantarme, aún somnoliento. Justo cuando mis pies descalzos rozan el suelo, un gruñido brota bajo las mantas:

–¿A dónde vas?

–Voy a cortar el cable a ese hijo de puta –susurro, besando la piel desnuda de su hombro y me aseguro de arropar su cuerpo menudo.

No le pasa como a mí, que suelo despertarme de mala leche y el transcurso del día decide si me tranquilizo o no. Despertar junto a ella es uno de los grandes placeres que me ha brindado la vida, y su risa es mi melodía preferida en el mundo. Pero el teléfono sigue sonando, y me apresuro a cruzar el pasillo antes de que se desvele, ahora que al fin está tranquila.

Es temprano, apenas ha amanecido. Y hace frío. Me echo una de las mantas del sofá sobre los hombros y descuelgo el auricular.

–¿Wadie? ¿Eres tú? –pregunta una voz familiar–. ¡Por fin! Siento despertarte tan temprano, pero ha pasado algo…

–¿Érika? –me extraño, esperando equivocarme.

–Es Jason –dice con voz temblorosa–. Estamos en el hospital. 

–¿Qué?

El corazón se me detiene durante un segundo. 

–¡No es nada grave! O bueno… No es cuestión de vida o muerte, mejor dicho.

Supongo que la gravedad del asunto es relativa. Comparado con la desgracia que me imaginé en un primer momento, romper la tibia se convierte en una buena noticia. No obstante, si quien sufre la rotura es el cantante de mi grupo, a menos de una semana para la siguiente fase del Golden Warriors Fest, después de una semana de ensayos ininterrumpidos, una pierna escayolada se convierte en la mayor de las catástrofes…

Todo nuestro esfuerzo se ha ido a la mierda.

–¿Y ahora qué? –masculla Marlon, rompiendo el silencio.

Es la pregunta que los cuatro nos hacemos, pero ninguno se atreve a responder. 

Nos reunimos en torno a la amplia cama de Jason, cabizbajos y entristecidos, con las actuaciones de Weakness y HeanchWomen de fondo. De vez en cuando, hacemos un comentario banal y sin importancia, sobre lo que sucede en la tele, mientras Jason sigue con la pierna escayolada en alto. Sé que es él quien peor lo está pasando, pero los ánimos del resto del grupo están por los suelos. Tan sólo nos falta apagar las luces y encender unas cuantas velas para que esto se convierta en un velatorio.

–Ahora estamos jodidos –sentencia Ferris, con su optimismo natural–. ¿Y si…?

Jason aparta los ojos de la pantalla, con desgana. El escultural físico de los Weakness transforma el lujoso escenario del Golden Warriors Fest en un olimpo de apuestos galanes difícil de ignorar. Sobre todo, el elegante porte de Aiden Buster, que en esta ocasión ha elegido una falda negra hasta los tobillos y un chaqué sin mangas y sin camisa por debajo.

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