LUCIEN ADAMY: Cortesía

31 7 88
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.




    
Me criaron para que fuera un buen cristiano, pero yo nunca supe lo que es el amor por el prójimo.

La Biblia está llena de referencias, pero, a mis ojos, ninguna es satisfactoria. Amaos los unos a los otros como yo os he amado. Amarás al prójimo como a ti mismo. Amarás a Dios sobre todas las cosas, con todo tu corazón, tu alma y toda tu mente. Honrarás a tu padre y a tu madre, les demostrarás que los amas. No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás.  El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece… Oremos por nuestros hermanos, por nuestros enemigos, oremos a Dios. Por caridad… por amor.

    De niño vivía aterrorizado, a sabiendas de que terminaría en el infierno. Mis padres no se merecían que los quisiera, ni tampoco ser honrados; me exigían un amor que ellos nunca me habían brindado, que ni siquiera sentían entre ellos. Visitaba la iglesia todos los domingos, a veces también por semana. Traje nuevo, incómodos y brillantes zapatos y el incesante cacareo de mi madre repitiéndome que debía bajar al recibidor con la espalda recta y la cabeza bien erguida…

    Pero con cada escalón que descendía, mi columna se iba curvando e, irremediablemente, al llegar a la sombra de mi padre, me esperaba un coscorrón. Por no saber guardar la compostura; por ser un niño y no un hombre; por no peinarme la raya recta; por arrastrar los pies… O por existir.

    Su ambición era que me convirtiera en un buen cristiano, devoto y fiel. Pero para mí, la iglesia era la única hora en toda la semana que no sentía miedo al estar a su vera. “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor”. Yo no sentía gratitud, ni caridad, ni amor.  Las palabras del predicador eran bonitas, esperanzadoras,  pero no ejercían ningún efecto sobre mis emociones adormecidas… ¿Era un mal cristiano? ¿Un pecador? Ir al infierno era un camino demasiado sencillo a ojos de un chiquillo que no siente nada por el prójimo, ni sabe cómo hacerlo… 

Así que seguí siendo un fraude, como cristiano y como hijo.
 
    Al correr de los años, entendí que rezar no es sinónimo de ser un buen cristiano; pero es sumamente ventajoso en cualquier negociación colectiva. Descubrí que el amor que tanto había pretendido, fingido y perseguido era una mera transacción, como cualquier otra. Y entonces, descubrí el mecanismo alrededor del que gira el mundo: el mercadeo.

Hasta el más noble gesto esconde un ápice de interés. Dar algo a cambio de nada es estúpido, tal como lo es poner la otra mejilla. La religión y sus hermosas palabras cumplen su función de educar y adoctrinar a la población, pero ahí termina su cumplido. Tras la demagogia, sólo quedan hermosos vocablos, capaces de manipular o conmover. Nada más.

La necesidad y la venta con intereses son la verdadera llave maestra. Y el más locuaz ejemplo, la visita de esta tarde lluviosa. Después de dos años sin noticias de ellos, mis viejas amistades me aguardan en el piso inferior. Acuden al Buitre cuando los problemas asoman, no esperaba una reacción distinta.

DESTRUIR & PERDONAR©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora