CAPÍTULO 41: El vuelo de Ícaro

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Subo las escaleras de dos en dos

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Subo las escaleras de dos en dos. Cruzo el pasillo tan rápido como me permiten las piernas. A medida que avanzo, me fijo en los números dorados que coronan la hilera de puertas; no obstante, advierto una de ellas entreabierta a escasos palmos. Ni siquiera me fijo en el número. Me cuelo dentro, sin pedir permiso. El huésped no protesta. Ni se mueve.

–¿Tú lo sabías? –bramo, y mi voz reverbera en las paredes–. ¡Les están pagando a los Weakness para que nos dejen ganar!

Esta pesadilla nunca termina. En unos minutos, tendremos que salir al escenario. No tenemos canción, no hemos ensayado y ni siquiera sé qué cómo terminará esta noche. Pero quiero al puto cantante de regreso en mi formación, aunque tenga que llevarlo a rastras.

–¿No era evidente?

Jason Cunningham permanece con la cabeza gacha entre los brazos, sentado en el borde del colchón. Las marcas negruzcas que asoman bajo sus párpados dan cuenta de las noches sin dormir. Sus labios rozan la botella que sostiene y el líquido abrasador se desliza por su garganta sin prisas.

En esta lamentable visión, no encuentro a mi mejor amigo por ninguna parte. Le arrebato la botella y la dejo sobre la mesita de noche con un golpe seco. Mis manos van a la pechera de su camiseta y cuando al fin me mira, su aliento a alcohol empeora mi rabia.

–No creo que sea momento de celebraciones –lo reprocho con dureza–. ¡Cuéntame de una vez qué está pasando! ¿Por qué te alejas de nosotros? ¿Qué pretendes?

Temo que si encadeno todas las preguntas que se agolpan en mi mente, no se acuerde ni de la primera. Pero la luz de sus ojos grises me indica que no está tan borracho.

–Quiero que cancelen el programa –suelta sin rodeos–. O en el peor de los casos, que nos arresten y nos saquen de aquí…

–¿Por qué?

Como no podía ser de otra forma, sus labios vuelven a coserse. No se impresiona lo más mínimo por el hecho de que mis anillos están a escasos palmos de su cara.

–Es el Buitre –revela con un hilo de voz. Traga saliva antes de proseguir–: No sé si él o sus hombres. Pero lo controlan todo. Han usado el concurso para apartarnos de Crawling, pero no sé con qué propósito. No les interesa que nos larguemos porque quieren hacer de la final una trampa. Hicimos tan mal el ensayo que se han dado cuenta de que lo sabemos, por eso quieren sobornar a los Weakness…

Tras la confesión, me parece justo permitir que el tejido de su camiseta se escurra entre la yema de mis dedos. No sé qué emoción advierte en mi rostro, pero se tapa la cara con las manos.

–Lo siento, fue culpa mía –musita–. La he cagado. Yo tuve esa absurda idea… 

No estoy enfadado con él por todas las veces que se ha rebelado en las últimas horas: tuvo las agallas que a nosotros nos faltaron. Pero sí me duele su distancia y su silencio. Me duele la forma en que ha expuesto el recuerdo de Hazel ante las críticas. No tiene ni idea de lo mucho que me he preocupado por él. No tiene ni idea de lo que siento cada vez que veo la foto de Hazel en la prensa.

DESTRUIR & PERDONAR©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora