CAPÍTULO 36: La trampa

15 4 103
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Nunca fui un pusilánime que se refugia en quejas. Haberme sobrepuesto a golpes tan duros como la drogadicción o la muerte de Hazel lo demuestra. Pero ahora me siento preso, siento que no reconozco la naturaleza invisible de los barrotes que me apresan, y mucho menos, cuál será el siguiente ataque. Porque habrá más.

Conozco bien al Buitre y esto tan sólo es el comienzo. Me ha arrebatado la credibilidad sin inmutarse. Ha conseguido que Jason se condene a sí mismo. Ha concedido al mundo su beneplácito para que me traten como el "casi" asesino que soy, sin pagar por sus propios delitos... De poco me sirve haber recuperado su confesión si hay tantos frentes abiertos a mi alrededor que no sé ni cuál enfrentar primero… ¿Buscar la manera de adivinar el siguiente movimiento? ¿Redimir mis errores antes de seguir perdiendo credibilidad ante la opinión pública? ¿Planear cómo librar a Jason de su destino? ¿Proteger al resto de mis amigos antes de que sea tarde?

Hoy ni siquiera la música me consuela. Me quito los auriculares de los oídos y, aunque no hay insultos ni burlas, el ambiente tampoco es demasiado agradable… ¿Cuánta de esta gente cree que soy un asesino? El mismo pasillo que cruzo todos los días parece haberse convertido en una pendiente del diez por ciento. En realidad, me da igual si creen que soy un monstruo, pero esta bestia irredenta tiene asuntos que solucionar. Y no puede hacerlo con tanto público.

Nada más encuentro la media melena azabache de Ly entre la multitud, siento que el estómago me pega una voltereta. Estoy tan dolido y confuso que me limito a admirar sus botas con plataforma, su labial negro y los parches de sus vaqueros. No la saludo. Lo peor que puede hacer hoy es preocuparse por mí. Y no, no lo hace. Pero sí lo segundo peor: interponerse en mi camino y buscar mi mirada con sus ojos verdes, tan acuciantes como analíticos.

–Déjame en paz –pido, sin ápice de simpatía.

No se sorprende porque ya había notado mi frialdad, pero tampoco obedece. Ni siquiera cuando saco de mi bolsillo el broche de plata que encontré en el vestido de Élodie y lo sostengo ante su cara.

–¿Qué coño es esto?

–Es un broche –responde con falsa condescendencia–. Se suele colocar en la ropa para…

–¡Sé lo que es un broche! –ladro, y a pesar de que no me gusta que la gente nos mire, es el  desencanto quien habla por mí–. Lo que quiero es saber quién se lo dio a Élodie y por qué…

–Todos teníamos uno en la fiesta –explica en un tono moderado, al contrario que yo–. Sin él, no podías acceder al recinto.

–¿Y por qué estabas tú en esa fiesta? ¿Quién te invitó?

Ly me agarra por la cazadora y me guía hacia la esquina del fondo, un recodo inútil donde sólo hay un cubo de basura. Me sorprende su fuerza bruta; creo que si me negase a colaborar, igualmente habría sido capaz de arrastrarme. 

DESTRUIR & PERDONAR©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora