CAPÍTULO 38: La verdad sobre la mesa

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  Contra todo pronóstico, son las siete y media de la tarde cuando Jason Cunningham sale de la comisaría, acompañado por su padre. Cualquiera diría que su relación es de lo más cordial. Se paran ante la presa y el director del Banco Central emite un artificioso comunicado basado en enaltecer su gran sentido del perdón. Sobre todo, después de los disgustos que le ha proporcionado la “problemática adolescencia” de su hijo mayor.

Suena convincente, más de lo que cabría esperar. Casi me siento orgulloso; ninguno de los periodistas puede imaginarse el verdadero motivo por el que Michael Cunningham acaba de renunciar a su dinero. Ni falta que hace. Las especulaciones brotarán por sí mismas… pero si todo sale según los previsto, nadie más que nosotros sabrá la verdad.

Hace años, Michael Cunningham y yo pactamos no volver a molestarnos nunca más. 

Me hubiese gustado cumplirlo, pero él incumplió su palabra al señarlarme injustamente como culpable del robo… Y no se merece mi condescendencia: sé que sigue esperando el momento idóneo para vengarse. De hecho, si Jason ha pasado varios días en el calabozo sin visitas y sin la ayuda de su madre no es por sus acciones, sino porque su padre pretendió darle un escarmiento por ayudarme. Sabe en qué manos terminó su dinero y también que éste sirvió para comprar mi libertad. No podía consentirlo, y aunque mi intención tampoco era despertar al león dormido, Michael debería haberse dado cuenta de que Jason es como un hermano para mí.

Durante estos últimos días, las negociaciones entre Kayden y Cunningham han sido tensas. No hay dinero que pueda comprar el orgullo herido de un padre… aunque hay humillaciones que sí pueden hacerlo.

 En una caja guardo todos los negativos de las fotografías que han estado en mi poder, y más, teniendo en cuenta con quién juego. Las aventuras de Cunningham y su socio Broderick en los prostíbulos de Fieldcourt y alrededores, y las pruebas gráficas que demuestran su veracidad, siguen siendo una valiosa arma disuasoria. Mucho más, cuando el binomio Kayden–Mason mueven cielo y tierra para recopilar vídeos e incluso testigos dispuestos a desquitarse por las rencillas del pasado…

Sí, está agarrado por los huevos. Otra vez. 

Podría decirse que es la historia de su vida, pero no siento ningún tipo de satisfacción al obrar de este modo. Lo mejor que podría pasar a su mujer y sus hijos es descubrir el engaño, si es que no lo saben. Muchas veces, me he culpado por no contarle a Jason todo lo que sé con detalles y nombres… Pero ahora que la mentira ofrece sus frutos, me alegro de haber sido una tumba. Al fin, puedo respirar un poco de paz con Jason libre.

Falta media hora para que Élodie regrese del trabajo. Me he dedicado a convertir nuestra última noche juntos, antes de la final del Golden Warriors Fest, en una demostración del amor que le profeso. No puedo comprar champán francés, ni llevarla a cenar a París, ni tampoco enmendar todas mis cagadas… Pero si consigo hacerla feliz, aunque sea durante esta noche, podré morir en paz.

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