CAPÍTULO 9: Ángeles y demonios

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    Es la primera vez en mi vida que me castigan

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    Es la primera vez en mi vida que me castigan. No lo lamento. Una parte de mí necesitaba demostrar que no soy una muñeca de cera, que tengo mis sentimientos y éstos duelen. Después de todo lo que ha pasado estas últimas semanas, ¿quién habría podido soportar una burla más? Necesitaba poner un límite a los abusos, demostrar que la violencia no sólo fluye en una dirección, que las víctimas también sabemos defendernos… Aunque el precio sea no poder quedar con Wadie, tal y como habíamos acordado.

    Fui un poco ilusa al no imaginarme que en un aula de castigo se reúnen los personajes más indeseables de cada curso.

    La chica con la que me he peleado parece haber perdido el interés en mí, y se dedica a garabatear con fuerza desmedida en un cuaderno. Me intriga saber si sucumbirá antes el papel o el bolígrafo, aunque por el momento, parece que son de buena calidad. Sólo ha dejado de rayar un segundo, para girarse en su asiento y ordenar a un par de chicos de mi clase que dejen de hacer ruido. A estas alturas, ya todo el mundo sabe su nombre y que es hija de la subinspectora recién llegada al pueblo; también que en su primer día de clase no ha sabido pasar desapercibida. 

Ly Jordan. Hay quien la llama ya “Lilith”, o lo que vendría a ser la equivalente femenina de Baphomet. No obstante, está cosechando un gran éxito en el sector masculino. A pesar de su intempestivo carácter y su rebelde apariencia, tiene un físico privilegiado y una belleza difícil de ignorar.

 Durante la hora de castigo, me harto de escuchar cómo uno de mis compañeros de clase, Trent Pierce, y sus díscolos colegas, analizan y expresan de todas las formas posibles lo armónicas y proporcionadas que son sus nalgas, y la forma en que sutilmente se adivinan sus pezones a través de la camiseta. Por supuesto, no son tan refinados como yo a la hora de expresarse, así que salgo del castigo con la cabeza rebosando vulgaridades y un malhumor que se debe en parte a la repetitiva conversación y también a la falta de sueño.

–¿Habéis visto qué tetas le hace esa cazadora? –prosigue Trent Pierce, mientras enfilo el pasillo tras ellos–. ¡Sólo por eso me quedaría a memorizar los nombres que lleva en los parches!

Bufo como un gato enfadado y se giran hacia mí.

–¡No seáis hipócritas! –les espeto con antipatía–. Llevar parches de bandas de rock es uno de los motivos por los que os habéis burlado de Wadie durante toda la vida… ¡Sois idiotas!

–¿Qué pasa? ¿Estás celosa?

Lo ignoro y con el mismo recelo, los adelanto. Ni siquiera he avanzado cuatro pasos cuando una cabeza naranja se asoma a la puerta contigua, envuelta en una densa neblina. Imploro al altísimo que no me vea, pero sus ojos de miope me encuentran, incluso a través del humo su tabaco. Hay un momento de confusión.

–¡Élodie, cariño! –me aclama, abriendo los brazos en mi dirección.

¡Ni de coña! No se puede tener tan mala suerte… Aguantar a Ferris Morgan era lo que me faltaba para culminar este espantoso día…

DESTRUIR & PERDONAR©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora