Capítulo 15: Destruir y perdonar

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No he dormido en los últimos tres días, aunque me siento  un poco más tranquilo desde hace unas horas.

Marcharme y mirar en otra dirección nunca ha sido mi fuerte. Me he convertido en la sombra de Élodie y no pienso permitir que le pase nada malo. Y más si Blair Gagnon anda cerca.

Puedo faltar a clase, puedo faltar a los ensayos, puedo saltarme las clases particulares e incluso las horas de sueño… Pero en menos de una semana, tendré que marcharme. O piso el Golden Warriors Fest o mis amigos, mi única familia, no volverán a hablarme… Me desespera saber que no puedo estar en ambos sitios a la vez.

Estoy desolado, destrozado. Tengo un miedo irracional a repetir lo vivido con Hazel. No soportaría llegar a Crawling y encontrarme con un cadáver dentro de una bolsa… Otra vez. Tampoco puedo explicar a nadie lo que sucede o pasará lo mismo de siempre: implicar a más y más gente inocente…

Por el momento, no he visto ni un sólo atisbo de que Blair Gagnon tenga intención de tocar a Élodie. Ambos guardan las apariencias, aunque la procesión va por dentro. No me explico cómo esa pequeña cabezota de ojos azules siempre se las ingenia para mantener a raya a tipos como Gagnon, pero lo hace. Sin violencia, sin alzar la voz, sólo con su inteligencia. Se le da mucho mejor que a mí, pero no me consuela. Si llegara a pasarle algo… me muero.

Parece mucho más serena que yo; y eso que estoy acostumbrado a sufrir en este infierno llamado Crawling. Soy un ratón acurrucado sobre la ratonera, sin ninguna intención de pillar el queso del cebo, inmóvil; y aún así, sé que en cualquier momento, la trampa saltará, será cuestión de tiempo… Y entre tanto, sigo quieto, encogido en una esquina, esperando la muerte…

Estoy tan cansado que me duelen hasta los párpados. Nunca he sido un buen estudiante, pero hoy mi cerebro no da más de sí. Aprovecho el breve silencio para desmayar la cabeza sobre la mesa, entre los codos.

–¿Vas a aprenderte las fechas o nos quedaremos hasta el final del siglo?

Nunca he tenido un buen despertar. Pero abandonar el microsueño zarandeado por Ryan Grayson indica que he tocado fondo. Y eso que no me habla con brusquedad, ni a malas. Simplemente, me aconseja y anima: el consejo de un amabilísimo triunfador al mayor de los pringados…

Preferiría un insulto. Al menos, sabría qué responder.

–Grayson, ¿podrías hacerme un favor?

Me mira con extrañeza y forma una línea recta con las cejas, esperando que lo mande a la mierda o algo así.

–¡No pongas esa cara, te hablo en serio! –Me ofende que no me crea–. Necesito tu ayuda… Aunque no me fío de ti, y sigues siendo el tío más soso y aburrido que he conocido en toda mi vida…

Estas palabras ya son más familiares para él  y las recibe con una media sonrisa.

–¿Qué te ocurre?

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