capítulo treinta y tres

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Era un día caluroso. Si salías al exterior y pasabas mucho tiempo bajo el sol, probablemente acabarías casi derretido, o al menos, eso era lo que le había pasado a Tighnari.

Era un día de verano como otro cualquiera, en aquel lugar al que llamaba “su hogar”. A pesar de las temperaturas inhumanas, las personas querían disfrutar sus días libres. Por eso mismo, las calles y bares estaban abarrotadas, igual que los centros comerciales y otros lugares.

—¿Ya has pensado qué vas a hacer con tu futuro? —Tighnari se inclinó hacia delante para poder acomodarse. Hacía mucho tiempo que no iba a un cine, así que se sentía algo incómodo.

—No lo sé. Decidí estudiar Bellas Artes porque era mi sueño, pero no he pensado mucho en mi futuro, realmente —Collei echó su cabeza para atrás y se quedó mirando el techo. Le quedaban dos años para pensarlo bien—. Tú imagino que lo tienes muy claro.

—Siempre lo he tenido —en la pantalla comenzaron a mostrarse anuncios. Tighnari chasqueó la lengua, había olvidado que siempre solían ponerlos durante cinco minutos, aproximadamente, antes de cada película—. Por cierto, mañana iré a visitar a mamá. ¿Qué te parece si vamos los dos juntos?

—Está bien. Como siempre vamos por separados, la pobre se piensa que estamos peleados —él soltó una carcajada. Lo sabía perfectamente. ¿Cuántas veces había tenido que explicarle a la pobre mujer que simplemente coincidían muy poco?

—Últimamente está que se le olvida todo —aunque puede que siempre hubiera sido así.

Su madre solo tenía memoria para lo que le interesaba. Podía olvidarse perfectamente de todos sus compromisos, o incluso de prepararse el almuerzo, pero jamás olvidaría toda la historia del mundo que había aprendido a lo largo de toda su vida.

Su mente parecía estar conformada por dos cajones. Uno tenía la llave echada, una llave que siempre olvidaba por ahí. El otro, sin embargo, era tan importante que no precisaba de una cerradura. Ella podía abrirlo en cualquier momento y toda la información deseada estaría ahí para ella.

¿Cuántos lunares tenía su hijo en la piel? Ella lo sabía perfectamente. ¿Cuántas veces había llorado su hija a lo largo de su vida? También lo tenía contado y memorizado.

¿Cómo había conocido a su esposo? ¿Cómo solían ser sus hijos durante su infancia? Todas y cada una de las citas que había tenido, el día de su boda, el primer paso de cada uno de sus hijos. Todos esos recuerdos los cuidaba como si fueran lo más preciado que tuviera en su vida.

Porque de hecho, lo eran.

—Prácticamente se ha sumergido en sus libros. Necesitaba escapar de su realidad, así que eso ha hecho —la mujer le había contado cosas a Tighnari que no se había atrevido a contarle a su Collei. Por eso mismo, él tuvo mucho cuidado a la hora de hablar—. No me extraña que esté ya con la memoria de pez.

—Mamá es muy fuerte. Me encantaría que pudiera salir de esta —la joven se echó sobre el brazo de su hermano. Tighnari entornó sus ojos y acarició su cabeza.

Él lo sabía. Lo más probable es que su madre no aguantara mucho más.

Sin embargo, no podía decirle esto a su hermana menor. No podía plantearle una simple suposición y dejarle ese mal sabor de boca que todas las malas noticias dejan.

—¡Perdonad! Tuve un pequeño problema antes de salir de mi casa y se me hizo tarde —Cyno se presentó después del almuerzo, aunque más tarde de lo que habían planeado. Resulta que su madre les había hecho una visita inesperada y el pobre había tenido que lidiar con ella antes de irse con sus amigos.

El verde de mi primavera ♡ CynonariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora