capítulo cuarenta y dos

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El invierno trajo consigo experiencias nuevas que Cyno pensaba atesorar como si de un tesoro se tratasen. La felicidad que lo había inundado se negaba a esfumarse, haciendo de sus días mucho más apacibles que de costumbre.

Como la universidad había vuelto a empezar, Cyno había tenido que regresar a su hogar. Sin embargo, a pesar de estar tan lejos de Tighnari como solía estarlo antes de las vacaciones, Cyno lo sentía muchísimo más cerca que antes.

No había día que no se vieran. Incluso los días que debían ir a clases y Cyno no podía permitirse tocar la guitarra por la mañana (impidiendo así sus encuentros más anhelados), ambos gozaban de ese efímero momento que compartían cuando, de vez en cuando, Tighnari subía al autobús y se encontraba con su mejor amigo (si podía permitirse llamarlo así) a punto de bajar.

No siempre intercambiaban palabras, pero siempre se sonreían al verse. Y había veces en las que incluso estrechaban sus manos, anhelando el contacto ajeno aunque fuera por un segundo.

Por otro lado, los días que podían verse por la mañana eran mágicos. O al menos, eso sentían ellos.

Siempre que podía, Cyno se plantaba en el mismo lugar de siempre, con su guitarra, y empezaba a tocar. Aunque ahora, Tighnari no podía evitar sentir que esa melodía iba dirigida a él.

Cada vez que se acercaba, la melodía se detenía. Y era entonces cuando nacía entre ellos una dócil y silenciosa armonía, que danzaba alrededor de ambos cuerpos con ilusión, emitiendo un fulgor cálido.

Las palabras simplemente caían como agua hasta formar parte de esa preciosa melodía, tan naturales como el florecimiento de una camelia.

La tensión ya no parecía existir en ellos. En algún momento, ambos se habían sumergido en aquel mar, que era más dulce que salado, impregnado de amor.

Se habían sumergido en el otro hasta quedar atrapados. Pero eso no significaba nada malo, no. Era justo lo contrario.

—Entonces, iremos juntos al Festival Utsava, ¿no? —quiso asegurarse Cyno.

Tighnari asintió con su cabeza, aferrándose a la bolsa donde llevaba su ordenador. Pronto empezarían las clases, pero él no parecía dispuesto a marcharse.

—¿Sin nadie más? —al notar su nerviosismo, Cyno decidió hablar por él.

—Tú y yo —dijo Tighnari—, y nadie más.

Cyno sonrió con cariño. Eso le ahorraba muchos problemas: —Me parece perfecto —al revisar la hora, no pudo evitar sobresaltarse—. ¡Oye, que se te va a hacer tarde! Vamos, vamos. No te quedes aquí embobado —le dio un pequeño empujón para que se moviera de su lugar. Tighnari frunció el ceño.

—No me quiero ir... —se quejó. Cyno ladeó su cabeza.

—No estarás planeando saltarte tu primera hora, ¿no? —el contrario negó con su cabeza—. Entonces, deberías marcharte ya.

Tighnari se acercó a él y lo abrazó. Cyno correspondió con cariño casi al instante. Ya sabía que iba a hacer esto. Por algún motivo, Tighnari se había acostumbrado a despedirse de él dándole abrazos.

—Ya queda menos para el fin de semana. Aguanta lo que queda, que el viernes y el sábado no te voy a dejar vivir —bromeó Cyno al separarse de él.

Aunque seguían siendo mejores amigos, sí era cierto que Collei se había distanciado un poco de él. Ahora que ella tenía otro grupo de amigos, sus viernes juntos casi habían desaparecido. Ahora, la persona que lo acompañaba era Tighnari.

—Estoy deseando que llegue. Y me da igual que me cuentes los peores chistes existentes. Tengo unas ganas de descansar.

—Pues conmigo no vas a poder —Tighnari sonrió.

El verde de mi primavera ♡ CynonariWhere stories live. Discover now