capítulo treinta y cuatro

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La felicidad estival se fue desvaneciendo lentamente con el fin de las tan amadas vacaciones. Llegaron de nuevo el estrés y las decepciones, la carencia de tiempo y los trastornos en los horarios. Fue el momento de despertar y despedirse de la serenidad, de aceptar que había que adaptarse nuevamente a esa ordinaria rutina que ninguno disfrutaba de verdad.

¿Lo único bueno? Para Tighnari, era poder caminar hacia su universidad y encontrarse con ese chico que se había convertido en un buen amigo suyo. Amaba poder escuchar su guitarra y dejarse llevar hasta su lugar, saludarlo con una gran sonrisa en el rostro y charlar con él hasta que el tiempo le impidiera continuar.

De repente, su rutina se volvió algo más amena. Porque Cyno pasó a ser parte de ella.

Todas las mañanas, algunas tardes. Él siempre estaba ahí, dispuesto a recibirlo con los brazos abiertos y con la sonrisa más hermosa que jamás hubiera visto.

Antes de darse cuenta, la naturaleza comenzó a morir paulatinamente y las temperaturas comenzaron a bajar. Sin embargo, su interior seguía siendo tan cálido que las flores habían empezado a florecer.

Una flor por aquí, una flor por allá. Dispuestas a embellecer su vida, las flores comenzaron a echar raíces en su ser.

Antes de que se diera cuenta, ya era 31 de octubre. Tras haber tenido un día ajetreado, Tighnari finalmente tenía algo de tiempo libre. Aunque, teniendo en cuenta la fecha que era...

—¡Truco o trato! —una chiquilla rubia le extendió una canasta con forma de calabaza. Había logrado reunir una cantidad considerable de dulces hasta ahora (aunque poco sabían los demás que la gran mayoría eran robados).

—Pues agárrame el aparato —murmuró Cyno. Albedo entornó sus ojos y cruzó ambos brazos.

—Cyno, es mi hermana.

—Albedo, era coña.

—Chicos, ¿queréis un poco? —Kaeya les extendió una bolsa de patatas. Albedo tomó una y se recostó nuevamente sobre el sofá.

—Gracias, guapetón —le dijo Cyno tras tomar unas cuantas.

Durante aquellos meses, tanto Tighnari como Cyno habían empezado a juntarse con Albedo y Kaeya. Fue algo que les permitió acercarse más, pues se convirtió en el primer grupo en común que tuvieron.

Porque, al fin y al cabo, Cyno tenía a Nilou y Collei y a Aether y Heizou, y Tighnari tenía a Kaveh y a Alhaitham, pero ninguno quería entrar en ninguno de estos grupos. Eran amistades que llevaban mucho tiempo forjándose y probablemente sobrarían.

Así que lo mejor fue empezar de cero y aprovechar nuevas oportunidades.

—¡Muchas gracias, señorito! —le agradeció Klee al recibir los dulces. Aunque toda formalidad no era más que una faceta para evitar ser regañada por su hermano mayor—. ¡Es usted muy lindo!

—Ah, gracias... —el rostro de Tighnari obtuvo un tono rojizo—. Cuídate, Klee. Regresa a casa tan pronto como puedas, que esta noche es muy peligrosa.

—¡No te preocupes! Mami me está esperando cerca de aquí. Y mi hermano está aquí. Si pasa cualquier cosa, puedo venir cuando quiera.

—Muy bien, muy bien. Hasta luego —Tighnari palmeó su cabeza y la de la taciturna chiquilla que había a su lado, cuyo cabello morado le caía como cataratas por encima de los hombros—. Tú cuídate mucho también, bonita.

—Qiqi lo hará —la chiquilla asintió con su cabeza—. Aunque mi hermano está cerca.

—¿Xiao está por aquí? —Cyno se asomó para poder ver a las personas que había en la entrada.

El verde de mi primavera ♡ CynonariWhere stories live. Discover now