cuarenta y ocho

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Tighnari enredó sus dedos en el cabello de Cyno y lo acercó más a él. Su novio jadeó contra su boca, no había esperado ese repentino acercamiento.

Habían pasado tres días desde su confesión en el Festival Utsava, y no habían tenido la oportunidad de volver a verse desde que Tighnari se había marchado el jueves por la mañana.

Y finalmente volvían a estar juntos. Toda la tristeza que había atormentado a Cyno tras la despedida de su madre había desaparecido por completo y lo único que quería ahora era disfrutar de su novio, besarlo hasta que se les hiciera tarde y tuvieran que salir corriendo para encontrarse con Kaveh y Alhaitham.

En cuanto la falta de aire los forzó a separarse, Cyno bajó hasta su cuello y musitó contra él: —Tighnari... —sus  húmedos labios chocaron contra la candente y tierna piel de su novio, saboreándola como si fuese un manjar.

Tighnari echó la cabeza hacia atrás, apoyándola en el cabecero de la cama.

—Cyno... A-ah... —el peliblanco se detuvo de golpe. Cuando miró a Tighnari, descubrió que todo su rostro había adquirido un tono arrebol.

—¿Eso ha sido...?

—Cállate. Por favor, no lo digas... —Cyno soltó una carcajada y lo abrazó. Después de un rato manteniendo la distancia, finalmente se dejó caer sobre el cuerpo de Tighnari. Apoyó la cabeza en su pecho, deleitándose al sentir los latidos del corazón de su novio chocar contra su oreja.

—Lo que pase en mi habitación, se queda en mi habitación —le dijo. Su novio le acarició la cabeza.

—Ni siquiera eso, simplemente olvídalo, por favor. Me da muchísima vergüenza...

—Lo siento, pero ha quedado grabado en mi corazón. No puedo olvidarlo —Tighnari desvió la mirada.

—Mira que eres tonto...

—¿Acaso no tengo permitido registrar todos tus sonidos?

—No es eso... —Tighnari se deslizó hasta que su cabeza acabó apoyada sobre la almohada. Su novio se alejó de su pecho para poder mirarlo—. Perdón, todavía se me hace algo raro.

Cyno soltó una carcajada: —No te preocupes, a mí también me resulta algo extraño. Pero no sabes lo feliz que me hace poder tenerte aquí, poder saborearte... Y también escucharte.

—Cyno... —a pesar de haberlo dicho en tono de queja, Tighnari entornó sus ojos al verlo acercarse a su rostro, dispuesto a cerrarlos de nuevo para poder disfrutar del beso.

Los labios de Cyno acariciaron los suyos, recordando al roce de las dóciles alas de una mariposa: —Cuando menos te lo esperes, te habrás acostumbrado a mí —murmuró antes de lamer sus labios. Tighnari abrió su boca de forma casi inconsciente, permitiendo que la lengua de su novio entrase en su interior.

Tighnari se aferró a la camiseta de Cyno. Apretó la tela y tiró de ella, como si intentase acercarlo más a él.

En la habitación hacía algo de calor. Podría ser la primavera, cálida y agradable, o tal vez era el producto de sus efectos en los jóvenes enamorados.

—Cyno, espera... Ahí no —le dijo Tighnari al sentir una mano bajo su camiseta.

—Perdón, perdón —sacó la mano de inmediato—. No va a volver a pasar.

—No pasa nada —el peliblanco cerró sus ojos al sentir una suave caricia en su rostro—. De hecho, soy yo el que lo siente. No creo... No creo que pueda llegar a gustarte mi cuerpo...

Cyno acarició la mano que había en su rostro. Las palabras murieron en su garganta; ellas sabían que eran innecesarias. Tighnari no necesitaba escucharlas. Unos simples enunciados no serían suficientes para hacer que se odiase menos.

El verde de mi primavera ♡ CynonariWhere stories live. Discover now