capítulo treinta y nueve

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Las nubes se deslizaban a lo largo del manto nocturno que cubría el cielo. La luna se sentía tan afligida y ansiosa que se había resguardado tras ellas, como si se negase a ver la violencia que la oscuridad permitía salir a flote.

Cyno sentía el corazón latiéndole con fuerza contra el pecho, resonando en sus oídos y abrumándolo más que cualquier pensamiento negativo que pudiese cruzar su mente en ese mismo instante.

—Dottore debería estar cerca.

Últimamente se había sentido demasiado inquieto. Temía que Dottore quisiera despedirse de Tighnari de una forma memorable, así que había estado atento a cualquier posible aparición suya.

Los mensajes que mandaba a ese número siempre eran ignorados, así que al final había contactado con Scaramouche (utilizando a Aether como medio) para pedir información sobre ese hombre.

Afortunadamente, Scaramouche soltó todo lo que sabía en su primera conversación e incluso se molestó en rastrearlo para permitir que Cyno fuera a “despedirse” de él cuando esas fotos de Tighnari acabaron en la galería de su móvil.

Estaba muy molesto. ¡Y tanto que lo estaba! Sentía la sangre bulléndole, como si la hubiesen calentado a cien grados.

Ese día se había permitido no tener autocontrol. Dottore y él tenían muchos asuntos pendientes, así que podía darse el placer de darle una paliza si se sentía con ganas de golpear a alguien.

Cyno giró en una esquina y se adentró en un callejón. Las paredes estaban sucias y cubiertas de telarañas. Junto a ellas descansaban varias papeleras llenas de basura, dejadas allí para evitar que fueran una molestia en la calle principal.

El polvo era tan abundante que durante el día, probablemente, las partículas que flotaban en el aire serían visibles gracias a la luz del sol, que entraría tímidamente cuando este se encontrase en su punto más culminante y descubriese, por milésima vez, que este lugar existía.

Al ver que no había rastro de la persona que estaba buscando, Cyno giró hacia la derecha y siguió caminando a lo largo de los callejones.

Y justo cuando la paciencia se le empezaba a acabar, escuchó unos pasos tras él:

—¿A qué se debe tan vehemente búsqueda? ¿Es que acaso está Cycy enamorado de mí y quiere rogarme que no abandone la ciudad? Pues lamento decirte que no vas a poder hacerlo.

—Qué lástima. Con lo feliz que me haría verte tras las rejas de una celda en la prisión —se quejó Cyno—. Pero cómo no, aceptas que tu mami te salve el culo.

—No hables sin saber. Ella no es nuestra madre.

—¿Entonces? Es la reina de la organización y vosotros sois como sus avispas súbditas. ¿Está mal que diga que es vuestra mami? Si vivís lamiéndole los pies.

Dottore frunció el ceño y caminó directo hacia él. Sus pasos eran firmes y no había rastro de duda en ellos.

Pero no por eso Cyno iba a acobardarse.

—Sabes por qué estoy aquí.

—¿Vienes a defender a tu pobre noviecito? —el de menor estatura apretó sus puños.

—¿Por qué iba a venir a ver tu asquerosa cara, sino?

—¿Tan bajo has caído? ¿Por alguien así te estás esforzando tant-

El primer golpe fue asestado, justo en la cara de Dottore: —Creo que eres el único aquí que está hablando sin saber.

—¿Yo? Desde luego... La ignorancia hace mucho daño a los tontos —Dottore apoyó su mano derecha sobre el lugar golpeado—. Tuviste la oportunidad de ser un buen chico, pero parece que llevas en la sangre eso de ser un imbécil e impulsivo que no sabe lo que hace.

El verde de mi primavera ♡ CynonariWhere stories live. Discover now