Aᴍʙᴏs Pʀᴏxʏ's ǫᴜɪᴇʀᴇɴ ᴀ ʟᴀ ᴍɪsᴍᴀ ᴄʜɪᴄᴀ, ᴘᴇʀᴏ sᴏ́ʟᴏ ᴜɴᴏ ʟᴀ ᴛᴇɴᴅʀᴀ́.
Nunca sabes quién te observa.
Nunca sabes quién te sigue los pasos.
Nunca sabes quién te piensa.
Y cuando te dés cuenta, puede ser demasiado tarde. Ya eres su objetivo, su obsesió...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Elena Jones
Me siento algo espantada e incómoda después de lo sucedido.
Lo peor es que ambos terminamos en la cama, yo estoy sentada y alejada de Masky quién se vistió sólo con su pantalón, quedando con su torso desnudo. Encendió un cigarrillo y se dedicó a fumar dándome la espalda y sentado al otro lado de la cama.
Lo miré discretamente mientras tapaba más mi desnudez con la sábana.
«Estoy realmente sucia, he sido tocada por casi todos aquí. Estoy llena de ellos».
Mientras estábamos en la cama me llenó de falsos: “Te amo”, “Me encantas”, “Quiero estar contigo”, “Ámame”, “Estoy realmente enamorado de tí”.
Fruncí mi naríz al percibir ese asqueroso olor del cigarro. Así que opté por moverme en la cama y levantarme llevando la sábana conmigo para tapar mi cuerpo desnudo. Pero antes de poner un pie en el piso, Masky jaló la sábana y me ví obligada a volver a la cama con tal de que no me la quitara.
—¿A dónde crees que vas, muñeca?—Lo miré espantada cuando me obligó a volver a recostarme en la cama.
—Déjame ir, ya obtuviste lo que querías. Ya déjame tranquila.—Ruego mirándolo con miedo.
—Quiero estar contigo.—Me miró con tanta ternura que me asustó.
—Eso no se puede...—Susurré insegura.
—No es una pregunta.—Dice medio acostándose junto a mí, ya que apoyó su rostro sobre la palma de su mano, cuyo codo descansaba en la almohada. Se dedicó a mirarme y juguetear con un mechón de mi cabello.—¿Y cómo estás?—Su pregunta tan repentina me pareció extraña, íba a decirle que estoy bien, pero luego capté a lo que se refiere.
—Ah, yo, pues... Cansada y adolorida.—Susurré lo último con vergüenza.
—Me alegra, eso es para que sepas quién es tu hombre y a quién le perteneces, lindura.—Su gran mano tomó mi rostro, apretando levemente mis mejillas y haciendo que lo mire.
Giré mi rostro sintiéndome intimidada.
—Te noto más estable y relajada, poco a poco me vas aceptando.—Tragué grueso al escucharlo felíz al psicópata.—¿Lo ves? Conmigo estás muy bien, no con el imbécil de Hoodie—.
«Si tú lo dices, maldito insaciable».
—Elena, he querido hablar de algo muy importante contigo—, Lo miré dudosa. Él duró unos segundos callado pensando en cómo decirme lo que quiere.—Quiero que nos escapemos juntos—.
«Sentí mi estómago revolverse de golpe».
—¿Qué dices? ¿Por qué? ¿A dónde?—Pregunté asustada y sentándome en la cama, a lo que él imitó mi acción.
