Capítulo 21. Sofía

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Había visto videos y fotos de La Toscana, pero estar aquí, es una maravilla. Nos hospedamos en un hotel rural, para no llamar la atención de nadie.

Desde que me preguntaron por Tami, pienso en nuestra vida universitaria juntas, nunca ha pasado nada que pudiera pensar en que era mala amiga, nos conocimos en los pasillos.

Éramos compatibles, por más que pienso, no encuentro sentido a esta situación.

Entro en la que va a ser mi habitación, los dos próximos días, Gabriel entra con nuestras dos maletas y me quedo mirando.

-Donde te crees que vas? -me dice que es nuestra habitación, niego -no voy a pasar la noche contigo, no me habéis explicado nada, y ya te crees que me voy a meter en la cama contigo? De verdad? -me señala hacia dos puertas.

-Hay dos cuartos separados, con baño incluido -tira las bolsas al suelo y se gira hacia mí -tienes un concepto muy jodido de mí. Puedes estar tranquila, me sé controlar, puedo decir lo mismo de ti?

Agarro mi maleta y voy al cuarto que me asignó, ofendida. Bueno medio ofendida, porque en realidad, la que no se puede controlar cerca de él, soy yo.

-En media hora, bajamos a cenar -me grita, mientras cierro la puerta de un golpe. Me doy una ducha, mi cabeza va a mil revoluciones. Se acerca la hora de la cena y me pongo un sencillo vestido de tirantes, hace calor. Me siento en la silla de la terraza, tengo el móvil en la mano, aunque me dijeron que no lo encendiera, quiero hacerlo, llamarla y directamente preguntarla, pican en la puerta, no digo nada, ni abro. Siguen picando, cada vez más fuerte. Mis lágrimas se escapan, oigo que abren con fuerza la puerta y los pasos se acercan.

-No puede ser ella, es la madrina de mi hija, estuvo conmigo en momentos que necesitaba a alguien a mi lado -digo sin mirar quien está detrás de mí -ella no puede ser, es la única persona que tengo en este mundo.

-Sabes como llegué a la familia Durand? -pregunta Sarah, niego -mi adolescencia fue...caótica. Mis padres me echaron de casa cuando tenía dieciséis años, me buscaba la vida para poder comer. La informática se me daba de miedo. Me uní a una pandilla, que dedicaban a clonar tarjetas de crédito -giro la cabeza para mirarla -con tan mala suerte, que cloné la de mi suegra, sin saber quien era.

Me imagino la escena y empiezo a reírme a carcajadas.

-Me pillaron, en la comisaría apareció ella, quiso hablar conmigo, me dijo que si decía quien era el que mandaba en la banda, no presentaría cargos -esa es Amanda -le dije que eran mi familia. Me sacaron de esa sala, me llevaron a otra, donde estaba el jefe de la banda y empezó a decir que yo, había insistido en clonar las tarjetas. También dijo, que estábamos planeando entrar en los ordenadores de una empresa, para hacer un desfalco -me quedo la quedo mirando -nunca he dicho, que haya sido una dulce esposa florero -se ríe.

-Que pasó al final? -le pregunto.

-Delante de ese cristal, empecé a decir donde tenía la casa en que vivía, allí podrían encontrar muchas cosas interesantes. Direcciones de gente importante, incluso les podía dar el nombre del cocinero -levanta las cejas, dejándome ver en que andaba metida -Amanda me abrazó y me dijo que me iba a ayudar, si prometía estudiar y ser una mujer exitosa.

-Y te convertiste en su nuera...

-Me hizo ver, que en la única persona que puedo confiar, es en mí misma -sabias palabras -ella para mí, es mi madre. Me hablaba de sus niños, que estaban en la universidad. Yo pensaba que tenía dos pijos, como hijos -nos reímos -pero es una madre increíble, una esposa siempre al pie del cañón y una abuela consentidora, aunque eso ya lo sabes.

-Estos meses, estuvieron a mi lado, evitaban hablarme de Gabriel. Pero levantaba la vista en la oficina y los veía por los pasillos, sin hacer nada, iban de visita, según ellos -me sentí arropada por ellos, aunque me parecía raro.

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