Capítulo 55. Sofía

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Hace cinco minutos, que el médico de mi madre habla sin cesar, pero no lo escucho. No me interesa sus teorías de que lo mejor es no tocar temas pasados.

-Vine a sacar los fantasmas, si ella quiere, se los puede quedar -le hablo seria, me estoy protegiendo con una armadura, para que no me haga daño.

-Acompáñeme Sra Durand -nos levantamos los tres de los asientos, abre la puerta y me deja pasar, en ningún momento suelto la mano de Gabriel -queremos que Melissa se encuentre cómoda, por eso se verán en su propia habitación.

Nos va indicando el camino, la verdad que es una clínica enorme, me voy fijando en la decoración, fría y seria, predomina el color blanco. Si yo fuera la dueña, pondría muchos colores, para animar a las personas que viven aquí.

-Puedo preguntarle, por el incidente del teléfono, ¿ya supieron quién se lo pasaba? -le sorprende el comentario, aunque siendo mi madre, es normal que quiera estar enterada de lo que ocurre.

-Sí, fue uno de los celadores, pero fue despedido inmediatamente -asiento -desde ese día, solamente una enfermera y yo, entramos en su zona -paramos frente a la puerta -cuando esté preparada, puede entrar.

Un abrazo reparador de mi prometido junto con un beso, me hace sentirme valiente. Me dicen que la puerta no se debe de cerrar del todo y Gabriel me esperará en el pasillo.

Entro despacio, la veo sentada en el sofá, mirando hacia el jardín. Dejo mi chaqueta y el bolso encima de la mesa del comedor.

Dos pasos más y estoy casi a su altura.

-Buenos días, mamá -me siento rara llamándola así, pero la realidad es que lo es -¿cómo te encuentras?

Recibo silencio, hay un sofá individual, al lado de ella, me siento y por décimas de segundo, me pareció que desvió la mirada, para poner sus ojos sobre mí.

Un minuto en silencio, un ensordecedor silencio. Mis dedos se mueven sobre la tela del sofá.

-No vine para que estés callada, tengo muchas cosas que hacer, como para perder el tiempo aquí -le digo enfadada -yo no soy como mi padre, que se pasa horas y no le diriges la palabra.

Se remueve en su asiento, la hago sentir incómoda. Me levanto cabreada, sabía que era una mala idea.

-Por donde quieres que empiece -sus palabras me frenan -me da vergüenza contigo y más con tu padre.

Sigo de pie en dirección a la puerta de salida. Giro mi cabeza, para mirarla.

-Alfred no era el más guapo, pero su manera de tratarme me enamoró -cierra los ojos -aquel día en el parque, lo tengo nublado. Según mi loquero, tengo recuerdos bloqueados.

Vuelvo al sofá y me siento sin decir una palabra.

-Quieras la verdad...¡pues tendrás tu maldita verdad! Miles de veces tu padre me decía que Jess no es la persona que yo pensaba y miles de esas veces, yo le decía que era más hombre que él.

Empieza a llorar, levanta las rodillas hasta el pecho y las abraza.

-Cuando ese cabrón me susurró al teléfono la misma frase que aquel día -se limpia los ojos -las imágenes se me vinieron de golpe y me encontré con la realidad de todo -me mira -me sentí una mierda.

Se mueve en el sofá y se sienta cerca de mí.

-He intentado pedir perdón a tu padre...pero no me atrevo -coge un cojín y se lo coloca en el regazo -al médico tampoco le conté, porque me obligaría a enfrentarme a Alfred. Es un buen hombre, lo traté mal. Si pudiera borrar esos años, volver a esa época -bebe del vaso que tiene encima de la mesa -viene todos los días...

Verdades ocultasTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon