Capítulo 26. Alfred

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Mientras me quito el uniforme, miro el sobre que guardé hace dos semanas en mi taquilla. Sé que debo contarle a mi hija, pero tengo miedo. Un mes viviendo con ella y mi nieta, parece que me va cogiendo confianza.

Me siento en el banco, vuelvo a sacar el contenido de ese sobre de mierda. Fotos de Sofía, Gabriela y mías. Caminando por la calle, jugando en el parque. No entiendo como teniendo tanta seguridad, puedan acceder a menos de cincuenta metros de ellas.

Viene sin firma, sin nombre, pero no me hace falta un autógrafo, para saber que esto proviene de Jess y Melisa. Ya se debieron de enterar que no estoy en la mugrienta casa. Me guardo las fotos en el bolsillo interior de la cazadora, haciendo añicos el sobre y tirándolo a la papelera de los vestuarios.

Puntuales como los ingleses, el coche de mi hija me espera en la puerta. Normalmente luego pasamos a por ella a su oficina, para luego pasar la tarde los tres juntos. Pero hoy, tiene una reunión importante con unos inversionistas y directamente me voy a su casa.

Entrando en la propiedad, diviso a lo lejos a nuestra pequeña, jugando en el jardín con su abuela Amanda.

Me acerco suavemente, riéndome de las locuras de Gabriela, aunque la culpable es su abuela, dejarse maquillar por la niña.

-Belo, ella gapa -dice mi princesa.

-Pero más guapa eres tú -ella asiente y me da un beso. Le pido que se valla a jugar, que tengo que hablar con su abuela, cuando acabe de quitarse toda la pintura de la cara.

Mientras acaba, viene Lina con el café y unas pastas caseras. Joan aparece lleno de tierra, su hobbie son las flores y le encanta trabajar en el jardín.

-Tengo que contaros algo -digo, sacando las fotos y dejándolas encima de la mesa. Van mirándolas una a una y me miran fijamente -hace dos semanas que me llegaron, sin remitente a mi trabajo.

-Hace dos semanas -repite Joan -dime, que Sofía sabe algo de esto -niego y veo como mueve la cabeza y me mira -Alfred, por lo poco que voy conociendo a tu hija, no le gusta que le oculten las cosas, ni le mientan. De todo eso, ha tenido bastante.

-Lo sé y soy el primero que no quiere secretos con ella, pero no sé que decirle -vuelvo a guardar las fotos -no hay carta, no hay nota de amenaza, simplemente nos dicen que la están vigilando -después de beber el resto de café, dejo la taza sobre su plato diminuto.

-Siento ser indiscreta Alfred -Amanda pide que lleven a la niña a darse una ducha, antes de cenar, cerciorándose de quedar a solas -Joan me pidió no hacer preguntas, pero no entiendo porque te odiaba tanto Sofía, ella no nos ha contado nada y ahora de repente, estás en su casa. Los cual me parece fabuloso, eres su padre -los ojos se me llenan de lágrimas y agacho la cabeza.

Me levanto del banco de madera y camino lentamente, sobre el césped.

-Melisa era preciosa, la chica más guapa del instituto y se había fijado en mí. No era atleta, ni futbolista, decía que le gustaba como la trataba y hablaba. Empezamos a salir y me encantaba ser detallista con ella -sonrío al pensar -un día llegaba con una rosa, otros días con una bolsa de chuches -Amanda se ríe -no tenía para mucho. Estaba esperando a que terminara el instituto, para hacer lo que yo quería.

Toco la jarra de café, aún está templado y me echo un poco en mi taza.

-Mi idea era ser militar, una vez que me destinaran, Melisa se iría conmigo, empezar una vida juntos, casarnos y tener un montón de hijos -aclaro la voz, para poder seguir -pero el destino nos tenía algo predestinado, y se nos truncó nuestros planes.

Los suegros de mi hija, son buenos oyentes, es lo que necesitaba, sacarme toda esta mierda de dentro.

-No solíamos salir de noche, no la dejaban, era joven y tenían miedo de que la ocurriera algo. Durante las fiestas de la ciudad, les pedí a sus padres permiso, para llegar un poco más tarde, había un grupo que nos gustaba y había conseguido entradas a última hora -dicen que lo hombres no lloran, pero tengo que decir, que alivia mucho -a una manzana de su casa, un grupo de chicos nos abordaron, pensé que iban a robarnos y les di la cartera -me encojo de hombros y me río mirándolos -tampoco tenía dinero, se me fue en el concierto, pero no, ellos querían a Melisa.

Amanda se tapa la boca con la mano, imaginándose por donde iba la historia.

-Tres de los chicos me cogieron, me tiraron al suelo sin que pudiera moverme, mientras dos de ellos la violaban -no puedo retener mis lágrimas, la imagen de esa noche, nunca he podido olvidarla, la tengo grabada en la retina con fuego -pedía a gritos que la soltaran, pero más me zurraban y apretaban contra el asfalto.

Joan se sienta a mi lado, pone una mano en mi brazo, sin mediar palabra. Creo que no hay palabras para aliviar ese dolor.

-Nos dejaron tirados, cuando estaban lejos me levanté y fui hacia ella, estaba llena de sangre, era virgen antes de esa noche -miro a Amanda -la adoraba de tal manera, que soñaba con nuestra primera vez, quería que fuera la noche perfecta.

-Denunciasteis -niego -Alfred, porque?

-Melisa no quiso, se sentía sucia. La ayudé a levantarse, como pude, la lleve a casa y sin que los padres nos oyeran, la limpié y la acosté en la cama. Le di un beso en la frente y le pedí perdón.

-Tú, perdón -dice Joan.

-Sí, me sentía mal por no haberla ayudado -rompo a llorar como un niño pequeño.

-En esos casos, eran más que vosotros. Como lo superasteis? -me pregunta Amanda.

-En todos estos años, creo que ninguno lo superó -suspiro -seguimos saliendo, pero ni la tocaba ni me pedía que lo hiciera. Un mes más tarde, llegó la sorpresa. Faltaba un par de meses para graduarnos -les miro -Melisa estaba embarazada.

-Sofía nació de una violación? Por dios, Alfred. Ella sabe esto?

-No Amanda, no!! -la digo horrorizado -nuestros padres nos obligaron a casarnos y yo, empecé a trabajar en el taller de coches de mi padre, tarde o temprano iba a heredarlo. Nos mudamos a nuestra casa y preparamos la llegada del bebé.

Cuando nació Sofía, era la niña más bonita que había visto nunca, Melisa no quería ni mirarla. Yo me encargué de atenderlas a ambas, que nunca les faltaría de nada.

-En que momento, se torció todo Alfred? -me pregunta Joan.

-Hace veintitrés años que nació mi hija, a día de hoy, Melisa y yo, no hemos consumado el matrimonio -la mirada de los dos es indescriptible -mi vida era el trabajo y Sofía. A Melisa le dio por la bebida, irónico, verdad? -les digo sonriendo -un día, por culpa de la borrachera, se cayó en las escaleras de la casa, pero al ir al médico... -miro el fondo de la taza de café, como si estuviera leyendo los posos -dijo que yo la pegué, esa noche dormí en el calabozo.

Han pasado muchos años, pero lo recuerdo como si acabara de pasar.

-Dos días después me soltaron, llegué a casa y tenía a toda la familia en mi contra, lo peor de todo, es que mis suegros se llevaron a Sofía a su casa, para que yo no le hiciera daño, no pude decir nada, tenía una denuncia, tendría que ir con pies de plomo -Joan me echa un poco de agua, se lo agradezco -ese momento fue como si me hubieran quitado parte de mi corazón. Para aliviar mi dolor, empecé a beber, pero yo no me escondía como Melisa. Lo hacía en los bares. Por diversión empecé a jugar a las cartas, mala combinación junto al alcohol.

-Es donde entró Jess -asiento -por lo que nos dijeron los investigadores, no eres el primero al que emborracha y le hace un préstamo. Es una cadena que rueda, rueda y rueda.

-Entonces Sofía, cree que vivía con los abuelos, para protegerte de ti -le digo que sí -Melisa nunca la a querido, pero estuvo nueve meses dentro de ella, es algo que no entiendo.

-El dinero para su universidad... -ellos asienten -mi hija piensa que se lo robé, pero fue Melisa quien se lo robó a Jess. Ella decía que tenía dos trabajos, pero estaba...en alguno de los clubes de él. Decía que prefería entregarse a cualquier hombre, antes que a mí, a un maldito cobarde que no supo defenderla. Jess me dijo, que si no le entregaba el dinero, iba a por Sofía, que sacaría muchos billetes por ella.

-Preferías verla sin estudios...es natural -dice Amanda -y mientras tanto, Melisa quedaba de buena ante los ojos de vuestra hija. Tienes que decírselo, contárselo -niego -es algo grabe, tu esposa puede venir, inventar cualquier mentira y creerla a ella.

Oímos el motor del coche, mi hija está de vuelta. Les pido que no digan nada, que yo se lo contaré. En ese momento, es cuando nos damos cuenta de que está anocheciendo.

Sofía viene contenta, nos saluda con un beso y antes de subir a buscar a su hija, dice que falta una semana para el segundo cumpleaños de la niña, que tendremos que agilizar los preparativos.

Verdades ocultasTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang