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La semana pasó sin pena ni gloria. El lanzamiento estaba cada vez más cerca y eso mantenía a todos ocupados. Marcela iba de un punto de venta a otro supervisando la nueva estrategia de ventas que había propuesto Beatriz. Además de seguir de cerca los diseños.

Catalina apareció dos veces en la semana por Ecomoda y en una de ellas interrumpió a Marcela y Betty que se encontraban en una situación bastante comprometedora. Solo supo cerrar la puerta y reírse en silencio mientras esperaba que se recompusieran.

Beatriz le dedicó miradas asesinas a Marcela mientras se arreglaba lo más rápido posible y trataba de calmar el sonrojo de sus mejillas por la vergüenza.

El viernes al mediodía Beatriz puso al día al cuartel con todo, obviamente se guardó muchos detalles. Estaba en una nube, estaba realmente sintiendo cosas fuertes que le parecía absurdo lo rápido que sucedía. En el fondo conocía lo que sentía y no podía frenarlo, no quería. Por otro lado, su novia no hacia más que acrecentar ese sentimiento, con cada detalle, con la manera tan especial en que la miraba, en como la trataba. Era como si quisiera gritarle al mundo que estaba con ella, no tenía miedo de tomarla del rostro en alguna esquina y robarle besos cargados de sentimientos, ni siquiera los prejuicios de los peatones afanados y curiosos que a veces se quedaban viendo la escena.

Era todo tan diferente, tan real que dudaba. Pero luego ella aparecía con su ímpetu, irrumpiendo en su silencio y su falsa comodidad y le ponía el mundo patas arriba, era un pequeño caos hermoso. Ella iba irremediablemente y sin frenos a estrellarse frente al amor, frente al verdadero amor, ni siquiera pensaba en si dolería después o no. Solo lo vivía.

Cuando volvieron a Ecomoda, tuvo que internarse en su oficina porque tenía algo atrasado. Las salidas y distracciones que le traía Marcela le estaban pasando factura y no podía permitirse errores en su gestión. Le envió un mensaje de texto prohibiéndole interrupciones durante la tarde o el fin de semana desaparecería de su vida hasta el lunes. Ante tal amenaza, Marcela solo hizo un puchero infantil y prosiguió con su trabajo.

La presencia de un hombre alto, rubio y de vibrantes ojos azules llamó la atención de Sandra.

— Buenas tardes — su marcado acento francés hizo que tanto la alta como Aura María abrieran los ojos. Era obvio que sabían de quién se trataba.

— Buenas tardes, sí señor — habló Sandra poniéndose de pie rápidamente, mientras Aura María estaba boca abierta.

— Estoy buscando a Beatriz Pinzón — sonrió con su notable amabilidad.

— Sí, claro. Yo soy la secretaria de ella ¿Quién la busca?
Patricia lo miraba embobada, ni siquiera hablaba, estaba perdida admirando aquel Adonis que acababa de aparecer y preguntaba por Beatriz.

— soy Michael Doinel, amigo de Betty— le extendió la mano a la secretaria que la recibió encantada y lo miraba con embeleso.

— Ay, señor Michael, ya se la llamó, si quiere siéntese— sonreía con picardía y le señaló la silla.

— Merci

Sandra se puso de pie y fue hacia él.
—¿El señor desea tomar algo? Un agua, aromática, tinto...

— Agua está bien, por favor

Sandra corrió a cafetería por el agua y Aura María colgó.

— señor Michael, que siga, venga lo acompaño.
Mientras se iban hacia presidencia,

Patricia, que escuchó todo, corrió a la oficina de Marcela.

— Marce— entró corriendo y con rostro expectante. 

Destino - Marcela y BettyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora