Corazón en fuga I

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Mientras una historia terminaba en Santiago. En la oficina de presidencia de Ecomoda había caos. Beatriz tenía las hojas en sus manos y simplemente su cuerpo estaba paralizado ante la rabia. Era tanta que las lágrimas se le subieron de golpe y sentía la visión borrosa. Un nudo enorme se instaló en su garganta.

¿Cómo pude ser tan estúpida? ¿usted no aprende, Beatriz Pinzón?

Se recriminaba duramente el haber caído de nuevo. Era como si esos días en la distancia, maravillosos, le hubiesen hecho olvidar la realidad. ¿Por qué la rabia si ella siempre supo que ellos seguían juntos? ¿qué más esperaba que sucediera? Estaba repitiendo la historia y no podía más que sentirse idiota por caer de ese modo.

¿Qué podía hacer ahora? ¿llamarla? ¿Pedirle una explicación? No, era obvio que no porque no había nada. Nunca hubo nada. ¿Entonces por qué se sentía tan real? No, estaba equivocada, ella si lo sentía real, pero no podía asegurarlo de Marcela.

Tomó las hojas y las guardó en un cajón con llave. La rabia bullía en su interior. Era un vendaval en la oficina.
Arregló todo para salir y se fue. Cuando pasó por los escritorios del Cuartel apenas si dijo "buenas noches" de mala gana y con rapidez.  Se montó en su carro y se fue a su casa. Necesitaba estar a solas o estallaría.

En el camino tuvo que detenerse varias veces para limpiarse las lágrimas. Estaba dándose látigo y golpes de pecho por su ingenuidad¿Acaso no había aprendido?
Mientras conducía recordaba todo lo pasado en los últimos días. Ese abrazo, la pluma, las llamadas, era tan genuino, tan vívido que nadie creería que era una farsa. Y ya no sabía si quería verla o escucharla. Estaba echa un nudo. No sabía qué camino tomar. Todo estaba tan confuso y a la vez tan hermoso.

Llegó a su casa y solo le dijo a sus padres que no tenía hambre y se fue directo a su habitación. Se quitó la ropa con rabia y se metió a la ducha, ni siquiera esperó a que el agua se calentara, así fría se metió bajo el chorro y dejó que le calmara el hervidero que era ahora su cabeza y su corazón. Estuvo allí un rato hasta que logró calmarse. Salió un poco más tranquila y con una determinación.

No iba a seguir jugando a nada. No habría más coqueteo ni nada por el estilo. Se alejaría, aún estaba a tiempo, no se quedaría dos veces a repetir esa tortura. Terminaría cuanto antes su periodo como presidente y todo lo que le pasó en Ecomoda lo enterraría en un Cementerio si era preciso.

Ni siquiera permitiría que le quitara el sueño. Ya no más. Pero por más que quiso, no lograba dormir¿Y si todo tenía una explicación?

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Marcela llegó a su apartamento al mediodía, todavía tenía una cosa demasiado importante por hacer. Cuando estuvo en Miami tomó la decisión y solo era hacer una visita rápida para aprobarlo.

Estuvo toda la tarde en papeleos y visitas, hasta que firmó los papeles de lo que ahora sería su nuevo hogar. Lejos de los recuerdos y del dolor. Era un nuevo comienzo y estaba dando todos los pasos con determinación. Le quedaba la mudanza, pero eso no la ocupaba, tenía quién se encargara y no tomaría más de una semana.

Al final de la tarde quiso ir a Ecomoda por su carro y, obviamente, para darle la sorpresa a Beatriz. Se dispuso a vestirse para ir a verla. Le emocionaba, estaba ansiosa por volver a verla, por abrazarla, por... Besarla quizás, si se daba la oportunidad...

Llamó un taxi y partió al destino, sin saber lo que la esperaba.

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Beatriz estaba tratando de no pensar más en eso. Se concentraba a ratos en el trabajo y en otros momentos, se ponía a pensar en todo. Tenía claro ya que la encararía, le diría que ya sabía la verdad y que no quería explicaciones, solo distancia. Hacer de cuenta que nada pasó mientras terminaba y se iba de Ecomoda.

Destino - Marcela y BettyWhere stories live. Discover now