Quizás, quizás, quizás

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Marcela no tenía ni la más mínima idea de todo el plan que había tenido que orquestar Beatriz para poder llegar a ese momento, pero suponía que no debió ser fácil. Estaba humectándose la piel con un aroma que le perdurara mucho tiempo, se había dado una pasada por la peluquería para perfeccionar el corte y ahora estaba frente al espejo, más que lista y con el corazón a mil. Agradeció que Beatriz misma le hubiese dicho que se tomara la tarde porque pudo ir a la casa para crear un ambiente adecuado para el momento. No escatimó en detalles, así que hasta el color de su ropa interior tenía sentido.

Conocía a Beatriz y sabía que no era de extravagancias, por lo que supuso que la cita no estaba planeada para un vestido, así que mantuvo la sobriedad y la elegancia. Tenía una gabardina color crema, pantalón negro y camisa del mismo color. Le encantaba ese estilo old Money que llevaba. No importaba que después todas las prendas terminaran regadas por el suelo, todo por ella lo valía. Se aplicó perfume y se revisó el maquillaje. Todo estaba perfecto. Era hora de ir al encuentro.

Beatriz estaba hecha un manojo de nervios, la hora estaba cerca y su corazón latía como un loco. Le sudaban las manos y sentía una excitante corriente recorrerle el estómago. Ya había dejado instrucciones con Aura María para que la maleta del "viaje a Cali" llegara al apartamento de Marcela mientras ellas cenaban y su carro lo guardaría en Ecomoda hasta el lunes porque "obvio no lo dejaría en el aeropuerto". Se miró al espejo por última vez después de retocarse el labial y salió. Ya no había marcha atrás, no podía y mucho menos quería. Por el contrario, lo deseaba con tantas ansias que las últimas noches fueron realmente tormentosas y llenas de sueños húmedos.

Cuando salió de Ecomoda ya había un taxi esperándola para llevarla a su destino, se montó y notó cómo los vidrios comenzaron a llenarse de gotas de lluvia. Esperaba que eso no la hiciera llegar tarde, porque sabía lo puntual que era Marcela.

Una de las ventajas de Cat Noir era que tenían salones o salas de ambiente íntimo que les permitía comer alejadas del resto o al menos, no era tan sencillo alimentar el ojo curioso . Marcela llegó primero, estaba más cerca y no alcanzó a quedar presa en el tráfico. Indicó que tenía una invitación, dió el nombre y la dirigieron a un espacio íntimo y casi privado decorado con candelabros y velas, la mesa tenía un bouquet de tulipanes rojos. Tomó asiento mientras sonreía. Era una respuesta a su regalo, una confirmación más de que Beatriz no olvidaba.

Beatriz llegó 15 minutos tarde, estaba de mal humor y un poco estresada. El tráfico eterno e insufrible de Bogotá hizo de las suyas. Sin embargo fue bajando su ira en cuanto estuvo en la puerta del restaurante. Se apresuró en pasar y llegó al espacio que les habían ubicado para encontrar a Marcela concentrada mirando a una pared mientras bebía agua.

Marcela advirtió la presencia del maitre y de Beatriz y nada la preparó para verla así. Ahora entendía por qué no le permitió ir a presidencia. Se veía lindísima, elegante, guapa, casi altiva si no fuese por esa sonrisa tierna que le adornaba el rostro y ese cabello liso que le caía sobre los hombros. La anheló así, dulce, implacable y cautivadora, como solo ella podía ser.

El Maitre se retiró y Beatriz se acercó.

- Hola - le dijo con timidez al notar la mirada de Marcela fija en ella, con deseo, con admiración, con insistencia.

- Beatriz, se ve tan linda, lindísima - sus cejas estaban arqueadas y su rostro denotaba el impacto.

- ¿Le gusta? - preguntó Beatriz con mirada tierna y pícara y eso mató a Marcela. Esa manera única de ser y de mirarla. Como una joven inexperta y tímida, pero con un dejo de sensualidad.

- Me encanta, de verdad se ve tan hermosa - se puso de pie y se le plantó en frente para besarla rápidamente en los labios - no puedo creer lo linda que se ve.

Destino - Marcela y BettyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora