El regreso

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Ya todo estaba hecho. Ahora era la nueva presidente de Ecomoda y debía asumirlo con toda la madurez que esto implicaba, si deseaba dejar el pasado atrás, este era el momento de empezar a hacer las cosas bien. Por eso debía hablar con ella y dejarle en claro que ahora las cosas serían diferentes y que, por supuesto, Armando Mendoza jamás volvería a su vida. Todo lo que había dicho en la junta era cierto, la respetaba como ejecutiva y necesitaba de ella para que Ecomoda pudiese salir adelante de esta crisis, porque si alguien siempre trabajó limpiamente y con amor a esa empresa, era ella. 

Betty trataba de zafarse inútilmente del interrogatorio del Cuartel, sabía que ahora con su nuevo cargo en el ambiente de los pasillos de Ecomoda ahora existían más dudas que certezas y que pronto tendría que idear alguna manera para que las cosas no se salieran de control. Todo habría sido más sencillo si Sofia parara de atiborrarla con preguntas y se fijara más en lo que había detrás de ella cuando le hizo la última pregunta:

- Pero cúenteme una cosa Betty ¿es cierto que usted va a quedar por encima de todo el mundo? Incluso de doña Marcela ¿y que le va a dar órdenes a doña Marcela también?— cuestionaba con emoción Sofia mientras se agarraba las manos en un gesto de contención —¿sí?

—En las novelas... también echan a las chismosas— replicó Marcela al pasar frente a Sofía y se dirigió a su oficina con gesto altivo como  el vendaval rojo que era, Patricia la seguía batiendo su cabellera rubia en el rostro de Sofía. 

Los lamentos de la pequeña miembro del Cuartel no se hicieron esperar, así como tampoco el naciente orgullo del resto del grupo quienes buscaban aminorar la angustia de Sofía recordándole el ascenso de Betty y, por qué no, de todo el cuartel. La nueva presidente aprovechó el momento para despedir a su padre con la promesa de no llegar tarde a su casa, así tendría tiempo para calmar al cuartel y hablar con ella. Estaba nerviosa, pero no le quedaba más que afrontar esta realidad y vivir las consecuencias de sus actos. 

Marcela apenas si podía procesar todo lo que estaba sucediendo. Ahora ella, la mujer que había destruido su vida, estaba nuevamente allí, como una amenaza inminente y lo que es peor, tenía todo en sus manos, su empresa, su relación, su futuro. Ahora era una nueva Beatriz, bonita, segura, con un aire de suficiencia que emanaba en cada gesto que hacía, en cada palabra que decía. Pero todo en su cabeza era un caos y los parloteos incesantes de Patricia no le daban tregua, una que necesitaba para poder entender que era esa sensación extraña que la invadió al verla por primera vez así de cambiada. Estaba por responderle a Patricia que su drama no tenía comparación cuando la vio entrar a su oficina y las palabras se quedaron en el aire.

Patricia notó la mirada extraña de Marcela y la presencia de alguien más, al ver a Beatriz entrando allí, le dijo a la defensiva:

—¿ Y usted qué está haciendo aquí? — rebobinó sus pensamientos y cayó en cuenta de quién era ahora el garfio — perdón... perdón... Eh¿qué se le ofrece, Betty?— atinó a decir mientras fingía peinar su pelo con las manos.

—Hablar con doña Marcela— respondió Beatriz mirando fijamente a la gerente— nos puede dejar a solas, por favor— le dijo a la rubia—por favor— repitió acentuando las palabras para que se retirara.

—La escucho— mencionó la pelinegra con una mirada fuerte y segura, entonces la presidente aprovecho para cerrar la puerta y se volvió para mirarla, no esperaba una invitación a tomar asiento, era suficientemente consciente de que no era bienvenida.

—Vengo a que pongamos las cartas sobre la mesa y establezcamos las reglas del juego— le dojo con tranquilidad, mientras la gerente endurecía su gesto y cruzaba los brazos. Fue entonces que Beatriz se percato del contraste perfecto, armonioso e imponente que tenían sus rasgos finos y la prenda roja que llevaba puesta. Regresó rápidamente a su objetivo y prosiguió— de ahora en adelante usted y yo vamos a tener que hablar mucho, que trabajar en equipo y quiero que todo esté muy claro entre las dos— respiró un poco y trató de sostenerle la mirada, necesitaba recargar su seguridad— si yo pedí que se quedara es porque...

Destino - Marcela y BettyWhere stories live. Discover now