Idilio

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Marcela despertó y sintió el peso de una pierna de Beatriz sobre su cintura y una mano sobre su pecho izquierdo. Estaba profundamente dormida, se veía tranquila, serena y hermosa. Sus labios carnosos parecían pronunciarse más mientras dormía y sus largas pestañas casi le rozaban los pómulos. No pudo contenerse de pasarle un dedo delineandole la nariz. Era perfecta, estaba apreciando una imagen divina. Su novia desnuda, en su cama, abrazándola mientras dormía en paz.

No sabía qué hora era, pero suponía que era tarde ya que el deseo las llevó a perderse hasta la mitad de la madrugada. Lo hicieron tanto como quisieron, sus cuerpos se los pedían. Se dejaron llevar hasta que el cansancio las venció después de la última ronda. Fue la noche más caliente y maravillosa de su vida hasta ahora. Y lo mejor de todo es que despertó y ella seguía allí, ratificando que fue real.

Necesitaba aprovechar que Beatriz aún dormía para poder preparar el desayuno y sorprenderla al despertar. Comenzó a tratar de salir suavemente del abrazo en que su novia la tenía, lo logró, Beatriz apenas si se removió y Marcela le puso una almohada al lado para reemplazar su ausencia en esa cama. Se quedó mirándola así, perdida entre las sábanas y el edredón blanco en el que estaba envuelta hasta la cintura. Su desnudez marcaba un cuarto perfecto que no quiso ni olvidaría nunca. Tuvo la idea de sacarle una foto así, porque se veía divina. Se fue corriendo también desnuda a su nuevo estudio por la cámara y cuando pasó por la sala encontró el reguero de prendas. Sonrió y se llevó una mano a la boca. Recordó lo excitadas que estaban y cómo Beatriz la había acorralado en el ascensor y desde entonces no pudieron parar. Recogió las camisas y solo por hacer la típica escena de las películas románticas, se puso la camisa blanca de Beatriz, apenas abotonó algunos botones, le quedaba un poco ajustada. Retomó sus pasos al estudio y tomó la cámara digital y volvió corriendo a la habitación. Respiró cuando la encontró en la misma posición y tomó la foto rápido, para evitar perderla.

No fue sino hasta que se dió una ducha rápida en la otra habitación que se fijó en la hora. Eran poco más de las nueve de la mañana. Se puso un top blanco, un mom jean y se quedó en pantuflas, porque amaba usarlas siempre que estaba en casa. Se sentía feliz, eufórica, llena de energía y a la vez en su pecho se instalaba una sensación bonita, tranquilizadora, pero que también la conmovía. No era extraña, pero de alguna manera, aún se limitaba a ponerle nombre. Por otro lado, su cuerpo tenía huellas de la gran noche, tenía las marcas de las uñas de Beatriz bajando por su espalda y un ligero enrojecimiento en el omóplato izquierdo que le recordó la escena en que ella estaba boca abajo mientras Beatriz, montada en su trasero, le besaba y mordía toda la espalda y le decía que amaba la manera en que su espalda de arqueaba. Se mordió los labios y suspiró.

Aprovechó el tiempo y llamó a portería para que subieran la maleta de Beatriz. Una vez allí, se la dejó en un mueble junto a la cama y se dedicó a recoger todas las prendas rápidamente y llevarlas al cuarto de lavado. Después se fue a la cocina y se quedó parada frente a la nevera abierta pensando en qué hacer para desayunar. Mientras lo definía, puso la cafetera.

Betty despertó poco a poco y fue recobrando la conciencia con lentitud para recordar en qué lugar estaba. La sensación en su entrepierna hizo que por su cabeza pasarán flashbacks de todo lo sucedido y se llenó de tanta emoción que llevó el edredón a la cara mientras sentía cómo se le calentaba el rostro. Su desnudez era otra prueba y otro recuerdo de cómo se entregaron una a la otra, de cómo el deseo las condujo a hacer el amor una y otra vez, terminaban y un beso o caricia volvía a florecer las ganas y no pudieron contenerlo. Se probaron todo el cuerpo, se dijeron todo lo que se encantaban una a la otra, cuánto les excitaba alguna caricia o gesto o mirada en particular. Fue como si el tiempo dejase de existir, no tenían noción de él, sus mundos se redujeron a esa habitación, esa cama y ellas, con el deseo hirviendo.

Salió de la cama y vio su maleta en el sofá. Sabía que Marcela estaba por ahí porque la escuchó tararear aquel bolero que cantó la otra vez. Se dispuso a asearse y ponerse algo presentable. Cuando estuvo lista, vio el desastre que era la cama y quiso cambiar las sábanas porque Marcela las había humedecido deliciosamente, pero como no sabía dónde estaban, simplemente la ordenó así. Se puso perfume, se miró al espejo y le encantó lo linda que se veía con el pelo liso. Sin más, se fue a darle los buenos días a su novia.

Marcela estaba concentrada ordenando simétricamente unos rollos de jamón y queso sobre un plato con huevos revueltos. Estaba tan inmersa en la tarea que no escuchó a Beatriz entrar ni acercarse. Eso produjo que casi brincara del susto cuando la escuchó hablarle y sintió sus brazos rodearle la cintura.

- Buenos días, amor - le dijo Beatriz y se quedó prendada del olor del cabello de Marcela.

- Me asustó, Beatriz - dejó el rollo en el plato y se giró un poco para plantarle un beso en los labios - buenos días, novia mía- le acarició la mejilla.

- Eso huele delicioso, pero me está matando aún más el olor a café, ¿Me regala un poco? - le dejaba besos cortos sobre el hombro y sonreía al ver que aún llevaba puesta la cadena, la misma que se movió al compás de su cuerpo durante la noche.

Marcela se derretía de amor. Se sentía llena ahí, en ese momento tan banal visto desde fuera, pero tan significativo para ellas. Se soltó del abrazo de Beatriz y le sirvió café z cuando se giró por fin se fijó en cómo estaba vestida y seguía sorprendiendose ante la belleza que cada vez más sobresalía en Beatriz. Tenía un jean claro con una camisa celeste de botones con mangas cortas. Su cabello está a suelto y era la mezcla perfecta para con ese rostro dulce y esos ojos brillantes que la miraban fijamente con algo más que simpatía.

Desayunaron en el balcón de la habitación de Marcela mientras miraban la ciudad. Hablaron poco, era más lo que sus ojos se decían. Era como si hubiesen pasado a otro nivel de conexión donde, a veces, las palabras sobraban. Lo evidente era que todo lo sucedido en la noche aún no se iba de sus mentes. Lo sabían y Betty estaba segura que pronto volvería a pasar, lo deseaba, lo anhelaba, quería que su cuerpo volviera a sentirse vivo.

Marcela sentía que necesitaba decir algo al respecto, pues aunque se dijeron muchas cosas durante la maratón de sexo, ahora con más calma y serenidad podría ser mejor. Le tomó una mano a Beatriz y comenzó a acariciarla.

- Beatriz - Betty la miró con una sonrisa que la hizo corresponderle - quería decirle que anoche... Anoche fue maravilloso, me encantó, de verdad me fascinó mucho.

Los ojos de beatriz se iban llenando poco a poco de un tinte de obscuridad y Marcela supo que esa mirada era porque también lo disfrutó tanto como ella.

- Marcela, yo lo siento, pero para mí no fue solo eso...- se mordió el labio y cerró los ojos como si un recuerdo la invadiera- para mí ha sido la mejor noche de mi vida y despertar estar aquí, con usted frente mío, solo me comprueba que fue real y sigue siendolo.

Marcela se quedó mirando cómo Betty se mordía el labio y supo que más pronto que tarde volvería a suceder y su cuerpo se sacudió de solo pensarlo.

Destino - Marcela y BettyUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum