Vorágine

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- Lo siente, Marcela, lo siento ... Yo no quise

- No, no es tu culpa,es mi culpa. solo vete, Viviane. No me busques, nuestra historia ya fue y fue hace mucho tiempo. Perdón, adiós...

Salió corriendo mientras recogía un poco su vestido para tener más libertad al mover las piernas. Tenía miedo, un miedo desconocido, pero similar al que sintió cuando sus padres murieron.

Había intentado seguirla, pero conociendo a Beatriz, sería inútil. Así que la dejó marcharse porque sus gritos tampoco sirvieron para que parara.

La posibilidad de perder al amor de su vida por fin se produjo y no, no fue por culpa de Armando, ni de Viviane. Fue ella misma, quien no pudo contener las emociones de un pasado que sabía muerto.

Beatriz subió al salón de eventos y fue directo al bañó. Tuvo que vomitar porque sus emociones atoradas no le dieron tregua. Trata de controlar el temblor de su cuerpo, su visión seguía borrosa y las lágrimas no paraban de salir, era una convulsión tras otra.

Sintió unas manos grandes que recogieron su cabello y se pasaban con suavidad por su hombro. Reconoció ese tacto y hubiese querido alejarlo si hubiese podido, pero se sentía muy débil.

- ¿Quiere que le traiga algo o la lleve a algún lugar? Lo siento, solo quiero ayudar...

Beatriz miró la llave del retrete y la bajó mientras trataba de controlar su respiración. No podía ni hablar.
Como pudo se puso de pie y agradeció en ese momento que él le ayudara a sostenerse.

Se sintió tan estúpida, tan frágil. Era casi como aquel día que leyó esa carta que cambió su vida.

- Ya se puede ir, estoy bien - dijo abriendo la llave del lavamanos, recordando nuevamente ese dia en qué Catalina fue su sustento. Metió las manos allí hasta que sintió como la calma llegaba lentamente.

Se miró al espejo y se veía horrible, como entonces. Sus pensamientos sobre su físico comenzaron a atacarla sin tregua y esa presencia seguía junto a ella.

-¿Está segura? Es que, Betty, yo lo ví todo... ¿Segura se siente bien?

Beatriz lo miró por el espejo con dureza. No conforme con haber vivido la traición se frente, todavía tenía testigos.

- Mejor que nunca, por favor, Váyase - le dijo con dureza.

Armando soltó el aire y sonrió con amargura.
- Jamás me esperé lo que sucedió con las dos, Pero quiero que sepa que estoy aquí para lo que necesite, lo que sea, cuente conmigo - y se retiró con elegancia.

La impresión y el ataque de pánico pasaron a la ira. Sentía que el frío que la había invadido se esfumaba para dar paso a una sensación de calor que le recorría todo el cuerpo. Como pudo eliminó los rastros del llanto, aunque no del todo y salió del baño dispuesta a irse de allí.

Marcela recorría el salón buscándola. Tenía ganas de llorar. Sus manos temblaban. Nadie sabía dónde estaba Beatriz y su angustia era tan evidente que hasta Margarita la tomó del brazo y le preguntó qué pasaba.

- Nada, Margarita, déjame tranquila - le dijo con fastidio y se fue de allí cuando vio a Nicolás charlando con una chica.

- ¡Nicolás! - habló fuerte y se ganó varias miradas de reproche al rededor.

Nicolás, ausente de toda la situación, hizo un gesto confusión y se acercó a ella.

- ¿Pasa algo, señora Marcela? - notó su nerviosismo y las lágrimas a raya.

- ¿A visto a Beatriz? ¿Sabe para donde se fue?

- debe estar por ahí porque no se ha despedido de nadie.

- la he buscado y no... Ya la vi

Aunque sintió un momentáneo alivio, su corazón dió un vuelco cuando advirtió su mirada fría cuando se cruzaron sus ojos.
Caminó hasta ella con más calma, para no levantar más comentarios ni sospechas y pensó que ella la evitaría, Pero por el contrario, se plantó enfrente suyo.

Era evidente que había llorado, Pero era más contundente la ausencia de emociones en su mirada. Las había bloqueado por completo y solo había vacío. Su miedo se hizo más grande cuando advirtió eso.

- Mi amor, solo te pido que me escuches...
- No hay nada que decir, ni escuchar. Ha Sido suficiente lo que vi. Todo está bastante claro, Marcela. Y permiso que debo despedirme.

Paso por su lado con la energía rabiosa que la embargaba. La dejó allí de pie, con la incertidumbre a flor de piel, pero con la certeza de que hoy no habría oportunidad de nada.

- Betty ¿Qué pasó? Es evidente que estaba llorando y llorando mucho - preguntó Catalina con precaución.

El rostro de Betty se contrajo un segundo, pero controló de nuevo sus emociones y lo ocultó.
- Pasó que la vida me mostró que la decisión que iba a tomar podría haber Sido el peor error de mi vida - pasó saliva al terminar de hablar.

Catalina captó la idea.

-¿Nos vamos? - le propuso con toda la intención de que pudiera desahogarse.

- Sí, voy a despedirme de mis papás y del cuartel y nos vamos. Le diré a Nicolás que se lleve mi carro.

- Okay, entonces la espero en el lobby.

Patricia sostenía a Marcela mientras la conducía hacia el auto. Marcela no hablaba. Estaba paralizada, su miedo se propagó por todo su cuerpo y solo podía llorar. Su amiga la sacó del baño, donde se había encerrado a llorar desconsoladamente. Tuvo que, literalmente, recogerla del piso, en el que se había sentado con las rodillas pegadas al pecho.

- Llévame a la casa de Betty - pidió con la voz entrecortada.
- Marce, ¿Segura? Mira cómo estás. ¿Dime qué te hizo? Porque si te hizo algo, te juro que no respondo, Marcela.

Marcela se echó a llorar de nuevo.

- Fui yo, fui yo quien le hizo daño. Todo fue mi maldita culpa, Patricia. La voy a perder. Voy a perder al amor de mi vida.

- Marce...

La abrazó y la dejó llorar en su hombro nuevamente.
Pasaron unos minutos y Patricia vio a Beatriz salir con Catalina, quien la tomaba del brazo y le hablaba. Subieron al auto y arrancaron.

- Se acaba de ir Betty.

- vamos, vamos tras ella, por favor.

- En la guantera hay agua, Marce. Tómatela toda, por favor.

- No quiero agua, quiero hablar con Beatriz, necesito que me escuche.

En los dos autos se vivían situaciones distintas. Mientras Marcela le contaba a su amiga lo sucedido, Beatriz solo se dedicó a limpiarse las lágrimas que brotaban de sus ojos. La música que ambientaba el auto solo lastimaba aún más su corazón, Pero Catalina no la quitaría porque necesitaba prepararla para que hablara.

"Alguna vez fue que planeamos
Hacernos todo el daño de una vez
Dictando una sentencia desafiante
No existes
No existes
No existes"

Se detuvieron en un bar y bajaron ambas. Marcela pudo ver cómo Beatriz se limpiaba las lágrimas y recibía un corto abrazo de Catalina. No sabía qué hacer. Entrar a ese lugar y que la descubriera persiguiéndola sería peor. Entonces recordó las actitudes de Armando, su persecución, sus amenazas y se sintió ridícula actuando igual a él.

- llévame a mi casa - pidió resignada.

Destino - Marcela y BettyWhere stories live. Discover now