Sinceridad

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Llegó a su apartamento y se dió una ducha caliente. No tenía ánimos de preparar una cena, así que pidió lo primero que encontró en el lugar más cercano. Esperaba que Armando no tardara mucho. Ya bastante la había evitado durante todo el día, llegaba el momento de que diera la cara.

Era de nuevo un día largo, lleno de tantas emociones que solo quería que terminara rápido todo. Estaba harta de los días tan intensos y de estar de aquí para allá. Llorar ya no le aliviaba nada de dentro, necesitaba actuar.

Armando llegó pensativo al apartamento, apenas si le dió un ligero toque en los labios al saludarla. Estaba deprimido, no con lágrimas y su anhelo de autodestrucción, era un sentimiento de perdida que apenas y empezaba a asomarse. Cenaron en silencio. Como las últimas noches. Cada uno inmerso en sus dilemas, en sus pensamientos. No fue sino hasta que tomaron sus lugares en la cama que Marcela no aguantó más y habló.

—¿ Por qué lo hiciste? ¿Por qué no me dijiste nada, Armando?— se había volteado para verlo. Él, en cambio tenía la mirada en el techo.

— Porque te conozco, iba a ser una discusión segura contigo y realmente no quisiera discutir.
— Es que no es para que discutamos. Solo quisiera saber la razón por cuál te vas y no tuviste la más mínimo empatía conmigo para decirme que planeabas viajar por tanto tiempo.
— Mira, Marcela, tú sabes que en el fondo esto es lo mejor por ahora. Así estoy lejos de Beatriz, de Ecomoda y ella podrá hacer su plan en paz. Igual, no me iré para siempre...
— Sí, eso veo. No fuiste capaz de contarme nada porque la razón por la que armaste ese itinerario tan largo y arduo es que realmente quieres estar lejos de las dos...

Armando no respondió nada. Volteó a verla a los ojos y soltando el aire le soltó la verdad.

— ¿Para qué te miento? — se sentó en la cama y se recostó en el espaldar— mira, Marce, yo sinceramente no me siento cómodo con todo esto. Tal vez un tiempo lejos es lo que yo necesito para poner en orden mis sentimientos, para respirar, para saber qué es lo que quiero hacer...

—¿ y me sacrificas a mí en medio de todo esto? ¿es que acaso tú no piensas en lo que yo pueda sentir o pensar, Armando?— esto último salió como un ligero quejido mezclado con llanto. Las emociones la estaban desbordando, reafirmar que Armando no la amaba era más duro de lo que pensó.

— No, Marcela, te equivocas. Yo sí pienso en ti . Porque yo no quiero herirte más. Verás que este tiempo separados probablemente sea bueno y podamos tener más claro todo. En verdad, yo... Necesito este tiempo a solas conmigo.

Lágrimas delgadas bajaban por el rostro de Marcela. Miraba a un punto inexistente de la habitación, recluida en su dolor, en su agonía. Se sentía tan estúpida, tan vacía.

— Creo que sí. Yo creo que después de este viaje ya no habrá más que decir. Solo nos queda tomar decisiones... Que descanses...

Sin más volteó su cuerpo y hundió su rostro en la almohada. Lloró en silencio, con algunos sollozos bajos hasta quedarse dormida. Armando pudo notar el movimiento de su cuerpo por la contracción del llanto. Se sintió tan miserable, tan inhumano. Ella no lo merecía, no era justo hacerle más daño.

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Nicolás aprovechó el camino y el tráfico para asediar a Betty con preguntas sobre Marcela. No iba a descansar hasta que ella admitiera que algo estaba pasando y su amiga lo hubiese hecho sin ningún problema si al menos hubiese tenido tiempo para pensar en ello. Pero no. Todo estaba sucediendo tan rápido que ni siquiera había podido en detenerse a pensarlo

Llegó a su casa y cenó con sus padres. Apenas si pudo comerse la mitad de la cena, apenas si soltó palabras. Estaba realmente preocupada por todo: el cuartel, el viaje, Ecomoda y ella... Mentiría si dijera que no podía sacarla de su cabeza. Incluso estaba sorprendida de su impulsividad en el ascensor. Se atrevió a tocarla y eso era algo que jamás había pasado con ella. Pero lo más extraño del caso es que la sorpresa era mutua y Marcela no había reprochado ese toque.

Destino - Marcela y BettyWhere stories live. Discover now