Touché

631 71 13
                                    

Salieron del baño con el deseo recorriendo sus cuerpos. Ahora sí necesitaban distancia o no podrían contenerse más. Beatriz se acercó a su escritorio y recogió la tarjeta con el poema. La puso entre el índice y corazón y se la guardó en un bolsillo de la chaqueta de su sastre.

— Esto lo voy a guardar antes de que caiga en manos equivocadas — dijo para evadir un poco la tensión sexual, mientras Marcela tomaba asiento en la silla frente al escritorio.

— Me parece bien, porque aquí hay una secta que se dedica a buscar cosas en escritorios y según sé, hay una líder que se los ordena— respondió Marcela con una sonrisa burlona y coqueta.

Beatriz negaba y sonreía de la misma manera.
— Es más como un servicio de inteligencia muy efectivo, por supuesto, aunque no se lo recomiendo, tienen clientes preferenciales y no creo que usted entre en esa lista— fingió tristeza.

— ¿En la lista de la élite del chisme en Bogotá? Gracias, no me interesa— atacó Marcela con falso desinterés.

Betty se rió y comenzó a buscar una carpeta, la abrió y se la puso sobre el escritorio.

— Bueno, ya. Hay que trabajar y debemos ponernos al día. Quisiera explicarle lo que ha pasado con los puntos de venta estos días y cómo vamos avanzando con la implementación de la nueva estrategia de marketing y ventas — la Betty profesional salió a flote con toda la seriedad del caso.

Estuvieron allí cerca de una hora poniéndose al corriente. Marcela advirtió ciertas modificaciones que Beatriz había hecho en cuanto a los balances de ventas que le simplificaron los informes y entendió por qué le habían laureado la tesis y había sacado el mejor promedio. Debía admitir que era una intelectual de la economía y eso le encantaba, esa desenvoltura con la que hablaba y se lo explicaba de una forma tan sencilla y fácil, que solo quería aprender más.

Terminando el empalme, Marcela se levantó de la silla y se acercó a Beatriz inclinándose sobre el escritorio para darle un beso en los labios.

— ¿Me aceptaría una invitación a almorzar?— brillaba en su mirada la esperanza.
Betty asintió. No podía controlarse cuando la tenía tan cerca. Siempre Marcela lograba paralizarla con esa soltura que mostraba y la facilidad para hacer movimientos rápidos que la dejaban fría y nerviosa.

— Sí, me parece que lo mejor es que me dé la dirección y yo llego.

Marcela se alejó después de darle un casto beso y asintió con firmeza.

— En un momento se la envío por el correo interno — tomó la carpeta del informe entre sus manos — me llevo esto para empezar a trabajar.

— No se lo vaya a regalar a Patricia, porque ese sí no va a ser capaz de exponerlo— atacó Beatriz, era su desquite por haberla llamado líder de una secta.

Marcela se tapó la cara con la carpeta. Sintió demasiada vergüenza por aquel acto tan horrible que cometió cuando Beatriz llegó a Ecomoda.

— Ay, no, Beatriz, qué vergüenza — dijo mientras bajaba la carpeta y se llevaba una mano al rostro — perdóneme, en serio, eso nunca debió pasar, es que me dejé influenciar por Patricia, pero de verdad lo siento, eso no se hace— su gesto era de verdadero arrepentimiento, casi ni podía mirarla a la cara.

Betty sonrió.
— No se preocupe, eso es pasado, solo que quería sacarme la espina. Porque no me gusta que se metan con mi parte profesional, Marcela, eso no lo tolero. No hay nada que perdonar—  se levantó de la silla y fue hasta ella — hey, míreme — le quitó la mano del rostro y la miró sonriendo — si yo tengo una secta, usted también puede hacer aquelarre con su amiga — Marcela rió con naturalidad y eso le llegó al alma a Beatriz, porque Marcela poco reía.

Destino - Marcela y BettyWhere stories live. Discover now