El adiós

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Betty apenas pudo dormir. Pasó casi toda la noche con Marcela en su cabeza. Cuando se quitó la ropa para ponerse la pijama, sintió el aroma de Marcela en ella y tomó el saco rojo para aspirarlo y llenarse de esa fragancia elegante. Además de eso estaban las palabras de Armando, su promesa de olvidarla. Esa debilidad que aún le generaba la atormentaba. Se sentía culpable por eso, por sentir que el corazón le latiera tanto al tenerlo tan cerca. Se prometió empezar ya a erradicar esos sentimientos y dar paso real a su presente , a ese que Mariana le había augurado en las cartas.  Por eso, en cuanto se levantó, más temprano que los días anteriores, se fue a Ecomoda.

Como llegó temprano, no se encontró a nadie además de Wilson. Se fue a su oficina para preparar lo que le presentaría a Marcela y para prepararse para el encuentro. Eso la tenía ansiosa. Miraba el reloj constantemente.

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Marcela y Armando estaban en el aeropuerto a punto de despedirse para cada uno seguir su camino. Marcela estaba decidida a permitirse empezar de nuevo. Por supuesto que estaba triste, por supuesto que el sentimiento de pérdida no la abandonaba, pero de pronto se sentía renovada y con ganas de enterrar ya todo.

Armando paró para desviarse hacia su sala. Apenas si habían cruzado palabras durante la mañana y ya llegaba la hora del adiós.

— Marcela, debo irme ya.

— Sí, yo también debo irme ya, Armando— paró y lo miró un momento, lo amaba tanto y a la vez odiaba amarlo — este viaje es lo único que nos queda, Armando. Aprovéchalo — le dio un abrazo rápido.

— Espero que también te sirva a ti este tiempo— la Miró con arrepentimiento — cuídate mucho, Marcela.

— No te preocupes, siempre lo hago— le dio un beso rápido en la mejilla y se fue. No había más que decir.

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Beatriz tenía todo listo. Las carpetas para las dos ordenadas. Había pedido agua y café a cafetería y se había retocado un poco el maquillaje. Daba vueltas por la oficina intranquila y nerviosa. Quería hacerla sentir bien después de la noche amarga que vivió.

Pasaron unos 15 minutos de la hora acordada y ya no aguantó más, estaba a punto de salir a preguntarla cuando alguien tocó la puerta. Su corazón se detuvo hasta que vio quién era.

Freddy entró a presidencia con un sobre en la mano.

— ¿Cómo le va, doctora? — la saludó alegremente.
— Hola, Freddy, bien. Cuénteme.
— No, señora presidenta, vengo a entregarle este sobre que dejó un mensajero en recepción. Solo tiene su nombre.
Beatriz se extrañó de eso, pero lo recibió.

— Ahhh, bueno, Freddy, gracias — miraba el sobre blanco con una elegante caligrafía que adornaba su nombre, se le hizo ligeramente conocida.

Freddy se retiró y cerró la puerta. Beatriz se sentó y se dispuso a abrir el sobre que estaba bien sellado. Desplegó el papel que estaba escrito a mano y comenzó a leerlo.

Hola, Beatriz

Probablemente cuando esté leyendo esto me esté odiando por dejarla plantada con la cita que teníamos para evaluar nuestro plan de trabajo. Lo siento mucho, en verdad, pero sabrá que, después de lo sucedido, es necesario que tome distancia de muchas cosas. Me hubiese encantado empezar a trabajar de su lado, aprender de usted tantas cosas, porque debo reconocer que Ecomoda no puede estar en mejores manos y eso me tranquiliza.

Me voy con la certeza de que usted sabrá mejor que yo lo que hay que hacer. Me voy con la esperanza de un nuevo comienzo y con el anhelo de regresar con más fuerza. Quiero que sepa que estaré en Miami para hacer lo que acordamos y que no sé cuánto tiempo me tome, será el necesario para mí y para que las cosas cambien.

Le deseo mucho éxito en las decisiones que tome y sepa que cuenta con todo mi apoyo. Espero que podamos vernos pronto y retomar nuestro equipo. Hubiese preferido despedirme de otra manera, pero ya las cosas se dieron así, de todos modos, espero que con esta carta pueda llegarle un abrazo tan reconfortante como el que nos dimos.

Adelante, Beatriz.
Deseo volver pronto.

Sinceramente:

Marcela Valencia.

Beatriz terminó de leer con los ojos vidriosos. Su corazón latía lento. Trataba de entenderlo y lo comprendía. Entendía ese anhelo de tomar distancia para sanar, para perdonar. Coincidía con ella en que ojalá hubiesen podido verse y despedirse de otra manera. Pero aún le quedaba el recuerdo de ese abrazo que se dieron la noche anterior.
Sonrió con tristeza al detallar la carta. Era una letra tan estilizada como lo era Marcela Valencia. Eran sus palabras, su forma de hablar ahí plasmadas.

Pensó que quizás era lo mejor. Estaban sucediendo tantas cosas en tan poco tiempo que lidiar con todo podía confundirlas. Suspiró hondamente y se permitió sentir un poco de tristeza por su ausencia.

No había caído en cuenta que su angustia estaba centrada en ella. Armando cada vez más se iba desplazando de su cabeza y daba paso a la hermosa Marcela.

Guardó la carta en el sobre y la metió en su cartera. La llevaría consigo a todas partes. Era tan sencillo lo que le había escrito, pero solo las dos sabían la carga de cada palabra. Era algo solo de ellas y nadie podría entenderlo como ellas lo hacían. De pronto cayó en cuenta que ella se había tomado el trabajo de escribirle a mano durante la noche y eso inundó su corazón de una inmensa ternura.

Destino - Marcela y BettyWhere stories live. Discover now