Affaire à Cartagena

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Cuando Betty atinó a hablar, su voz denotaba el nerviosismo ante la pregunta de Claudia Helena.

— Nooo, pues nos despedimos allá, además solo somos amigos y siempre lo fuimos — trataba de controlar el tono de voz y aún sentía esa mirada clavada en ella.

— Ay, Betty, pero ese señor estaba divino. A todas nos dejó encantadas con lo especial y atento que era con usted— remató la modelo.

Betty quiso casi que llorar. No sabía cómo callarla. Estaba al borde de los nervios.
— Pero en serio, solo fuimos amigos. Además desde entonces no nos volvimos a ver. Pero bueno, esperamos entonces las telas para empezar la producción porque ya se viene el desfile. Me imagino que don Hugo le dijo que usted va a desfilar — por fin pudo desviar el tema.

Claudia Helena notó el nerviosismo se Beatriz y dejó de preguntar.

— Sí, claro, es un gusto trabajar con ustedes. Bueno, nos despedimos aquí — le dió una par de besos en las mejillas a Beatriz y otro a Marcela, que parapetaba una falsa sonrisa.

Salieron de Macrotextil hacia el carro de Marcela en absoluto silencio. Marcela ni si quiera la miraba. Subieron al auto y la pelinegra arrancó. Todo era tensión, lo único que se escuchaba era el tráfico.

Era evidente para Beatriz que Marcela estaba esperando algún tipo de explicación, pero no sabía por dónde empezar. Realmente nunca habían dedicado tiempo a hablar de esa etapa de sus vidas en las que estuvieron alejadas, cada una lidiando con las consecuencias del desastre. Optó también por el silencio. Tener esa conversación en un auto, no era lo mejor.

Marcela se moría por preguntar, pero no quería ser invasiva. Obviamente estaba intrigada, hasta celosa, porque Claudia Helena hablaba con tal emoción que sabía que ese hombre era encantador solo con lo poco que escuchó. Y qué decir de la actitud de su novia, su nerviosismo, su pregunta para evadir el tema. Para casi todos era un misterio el dónde y qué había pasado con Beatriz, más allá de su evidente cambio.

Cuando llegaron a Ecomoda, Beatriz sintió que no podía simplemente dejar todo el aire. Tendría que hacerle frente.
En cuanto subieron al ascensor, por fin habló.

— Marcela, sé que lo que escuchó le pido haber generado dudas... Solo quiero que esté tranquila, yo se lo puedo explicar todo, solo que no es un historia corta...

Marcela sintió una espinita en su corazón. Una historia larga, era un historia compleja ¿Acaso que significaba ese francés en la vida de Betty? Sabía que esa aclaración de la amistad escondía algo.

— mire, Beatriz, eso hace parte de su vida y de su pasado. Si me lo va a explicar, es porque usted quiera hacerlo, yo no voy a obligarla a nada. Así que está en sus manos

Las puertas del ascensor se abrieron y Marcela salió directo a su oficina. Estaba sería y eso ponía más nerviosa a Beatriz porque conocía de primera mano cómo era su actuar cuando estaba molesta o celosa.

Siguió para su oficina y recibió la mirada de extrañeza de Aura María. Apenas si le correspondió con una sonrisa forzada y entró a presidencia. En cuanto entró, dejó su bolso sobre el escritorio y fue al baño. Se miraba al espejo y pensaba. No tenía nada que ocultar, en realidad, esa Betty que estaba frente suyo era transparente y no tenía necesidad de permanecer en silencio. Sin embargo, se cuestionaba el por qué de la actitud de Marcela. Ninguna de las dos tenía razones para dudar de la otra ni nada que ocultar. Sus pasados no podían desaparecer de la noche a la mañana, pero el presente era maravilloso y acababan de iniciar una relación que se diferenciaba del caos y las mentiras que antes vivieron. Tiempo atrás, cuando regresó, se prometió no cometer los mismos errores y lo iba a cumplir. Pero primero, esperaría a que se le pasara el enojo.

Destino - Marcela y BettyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora