Capítulo 16

28 7 17
                                    

Naia vio la oportunidad al momento. Le lanzó una rápida mirada a Isaac, dudando si llamarlo, pero al verlo cavilando en la ventana decidió que no podía perder tiempo.

Con la vista fija en el punto donde habían desaparecido Alma y la mujer, buscó el brazo de Áleix a base de manotazos. Antes de que se quejara por el golpe le indicó con un dedo que guardara silencio. Señaló la puerta.

El chico asintió con la cabeza para hacerle entender que comprendía sus intenciones.

Tan silenciosamente como pudieron se dirigieron hasta allí y pegaron la oreja a la puerta. A través de la madera solo eran capaces de distinguir murmullos atenuados de fondo, demasiado débiles para que la puerta fuera la única causante.

—¿Qué ha...? —preguntó Áleix en apenas un susurro imperceptible.

Naia le pidió que esperara con un nuevo gesto de mano. Se agachó hasta que el ojo derecho le quedó a la altura del agujero de la cerradura.

—No veo a nadie... —murmuró—. Creo que han entrado en otra habitación.

—Voy a abrir la puerta muy lentamente.

La chica se apartó unos centímetros para que Áleix tomara la manija. Ambos fruncieron el ceño esperando que crujiesen los gozones, no lo hicieron.

La apertura reveló una pequeña antesala con una butaca y más estanterías llenas de libros. Justo delante de ellos se encontraba una segunda puerta cerrada.

Vigilando no pisar las junturas de las tablas de madera del suelo para evitar crujidos que alertaran de su presencia volvieron a pegar la oreja. Naia se preguntaba cómo sería capaz de escuchar nada por encima de los latidos de su corazón desbocado. ¿Qué pasaría si los pillaban?

La voz de la bruja, todavía llena de ira, la apartó de sus pensamientos y la obligó centrarse en la conversación.

—¡...saldó la deuda! ¡Te dije que no quería verte más! ¡Qué no quería estar involucrada!

—Basta. —Fue una orden firme, calmada y gélida—. No te atrevas a volver a comparar la vida de mis hermanos con un hechizo.

» Salvar vuestras miserables vidas con un hechizo —añadió Alma con asco.

» Se lo debes a Anima.

—¿Hasta cuándo? ¿Qué más tendré que hacer para compensar haber salvado a una niña? ¡¿No pagué suficiente por ello?! —Había ironía y sufrimiento en la voz de la bruja.

—Sí. Pero también lo hicieron miles de personas inocentes. Mis hermanos. Todos ellos murieron por tu egoísmo. —Las palabras de Alma se habían teñido de una ira glacial. La piel de Naia se erizó. ¿Hablaban en serio? ¿Discutían por la muerte de miles de personas?

—¿Salvar a una niña es algo tan abominable? —le reprochó todavía con cierto grado de ironía.

—No juegues conmigo. No lo hiciste por eso. Ambas lo sabemos. Buscaste romper el equilibro y pagaste por ello.

—¿Tú me hablas de equilibrio? ¿¡Tú?! Lo que estás haciendo...

Alma la interrumpió.

—Es su destino.

—¡Anima no tiene destino! —le recriminó iracunda.

—No importa que esté haciendo yo o porqué, no te incumbe. Pero tu deuda todavía no está saldada, y aunque lo estuviera no puedes permitirte...

Hubo un golpe seco contra la puerta.

Naia y Áleix dieron un bote del susto y se encontraron retrocediendo a toda velocidad.

Cuando la muerte desaparecióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora