Capítulo 44

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—¿Cogemos el coche? —preguntó Áleix cuando llegaron a la planta baja. Su voz fue apenas un susurro, inseguro de qué tenía que hacer después de lo sucedido.

Una parte de él quería cuchichear con Naia sobre lo ocurrido, pero sabía que ella necesitaba un rato para procesarlo, para poner en orden sus pensamientos y emociones. Y por otro lado... aunque tenía la sensación de necesitar hablarlo con alguien, tampoco sabía qué decir. No era un tópico lejano que poder comentar desde fuera sin ningún tipo de implicación, era algo cercano, algo grave. Muy grave. Serio. Y esas no eran conversaciones que se le dieran muy bien.

Si no podía meter un par de bromas o comentarios irónicos en ellas... la incomodidad siempre hacía presencia.

—Coche... —repitió Naia obligándose a reaccionar—. No creo que sea muy buena idea.

» Según esto estamos a veinte minutos a pie. —Sacudió ligeramente el móvil para darle énfasis, el GPS brillando en la pantalla—. Asequible.

» Y es un coche robado... mejor evitarlo tanto como sea posible.

Áleix soltó un suspiro resignado.

—Pues a andar sea dicho —murmuró.

Asia agradeció en silencio la decisión. Tras bajar del vehículo con el que habían llegado al motel había rozado distintos objetos con la mano. Los había traspasado todos. Sin Isaac... sin Isaac no habría podido subir al coche. Y no quería tener que explicárselo a Áleix y Naia, se sentía demasiado vergonzoso, demasiado íntimo.

Empezaron a andar en silencio, cada uno perdido en sus propios pensamientos.

Unos minutos después Naia paraba en medio de una calle bastante transitada. Alternó la mirada varias veces entre la pantalla y la plaza que tenía delante.

Áleix no tardó en acercarse para contemplar el mapa.

—¿Qué ocurre?

—No lo sé, está recalculando. —Naia giró sobre sí misma a la espera de que el GPS se recalibrara. Rodó los ojos unos segundos después—. Puto móvil... —murmuró entre dientes.

Un par de minutos después se restablecía la aplicación.

—Hacia allí —indicó empezando a andar al instante. Áleix se apresuró a seguirla.

—¿Estás bien? —acabó preguntándole en voz baja. Las conversaciones serias lo incomodaban muchísimo, pero también era incómodo evitar algo que sabía que era necesario hacer.

Naia lo observó unos segundos antes de volver a clavar la mirada en la pantalla.

—Sí. No. No lo sé.

» Muchas cosas a procesar, supongo —acabó diciendo.

» Aunque me preocupa un poco más que tú me estés preguntando esto.

Una sonrisa se dibujó en los labios del chico.

—¿Así que te preocupa que sea alguien maduro y reflexivo? —cuestionó con diversión aliviado por el cambio de tono de la conversación.

—Mucho. ¿Quién sino ocupará el lugar de graciosillo rompe-tensiones?

—¿Ese es mi papel en el grupo?

Naia asintió solemnemente con la cabeza.

—Ese mismo.

» Y el de enfermero. No te olvides de ese. —A excepción de Asia, puesto que no podía tocar nada, Áleix había sido el único que no le había realizado ninguna cura o atención médica a Elia, aunque Naia no lo había dicho por eso. Recordaba perfectamente ese «Soy diabético, no enfermero» de hacía tantos meses.

Cuando la muerte desaparecióWhere stories live. Discover now