Prólogo

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Unas semanas antes...

Su corazón latía débil pero acompasadamente. Y entonces, se paró.

El aparato que monitoreaba sus constantes vitales empezó a emitir el característico sonido de la muerte, ese pitido tan agudo que ya había experimentado tres aterradoras veces a lo largo de su vida. Ese pitido que su padre tanto temía, que se le clavaba en el corazón despedazándolo en mil millones de trocitos que ni el más experto costurero podría nunca unir de nuevo.

Ese pitido que lo despertó al instante, aterrado, paralizándolo del miedo, anclándolo a esa maldita butaca donde tantas noches había pasado. Dónde tantas veces había rezado por su hija.

¿Y de qué había servido?

—¡Código azul! ¡Código azul! ¡Habitación 222! ¡Código azul!... —aullaba una voz mecánica por los altavoces de la planta de cardiología pediátrica.

—¡Asia ha entrado en parada! —Se escuchó en el pasillo.

La puerta de la habitación se abrió con un golpe seco entrando un tropel de enfermeros y médicos tan rápido como les era humanamente posible. Y entre gritos, cables y descargas de desfibrilador, Asia contemplaba como la vida se escapaba de su maltrecho cuerpo.

No era la única. Una mujer lo contemplaba con ella.

Si no fuese imposible habría jurado que un par de enfermeras pasaron a través de la mujer, pero tampoco era del todo inconcebible si tenía en cuenta que la estaba observando.

Y no a su cuerpo tendido en la cama con cables conectados al pecho, brazos y cabeza; sus ojos rasgados ya cerrados para siempre y sus cabellos tan oscuros como la noche rodeándola como si de un aura de muerte se tratase (¡ah! y un corazón que nunca había funcionado como debía). No contemplaba el que había sido su cuerpo, sino a ella. Porque ella no era aquella chica que acababa de morir en una cama de hospital, o al menos ya no.

—¿He muerto? —preguntó con un hilillo de voz. Nadie a pesar de la mujer la escuchó. Nadie la veía. Solo ella.

—Sí. —Estaba tranquila, como si no estuviera conversando con ella; con una muerta. Se estremeció ligeramente, una presión creciente en su pecho que hacía que su voz temblara y sus ojos se cristalizaran por momentos.

—¿Y ahora qué? —preguntó mientras observaba como los médicos seguían intentando devolverla a la vida y su padre sollozaba desconsoladamente intentando cavar en su propio pecho para mantener unido su corazón. Supo con certeza que ninguno de ellos lo conseguiría.

Sin saber cómo, también era consciente de que por más que intentara hacerle notar su presencia, sería en vano. Tampoco lo intentó. Estaba sumida en una especie de trance, paralizada pero calmada a la vez. Cada parpadeo, cada respiración, cada palabra, consumía toda su energía. Todo sucedía muy lentamente, como una brisa gélida de verano. ¿Eso tenía sentido? Sentía la mente pesada, confusa, lenta.

La mujer se giró hacia ella desvelando unos ojos azabache del negro más profundo que la alejaron de sus aturdidos pensamientos. Aunque vestía completamente del color de la noche con una especie de túnica atemporal pero anacrónica a la vez, seguía pareciendo una mujer más. Una mujer de ciudad que salía los sábados con sus amigos en clubs nocturnos, compraba ropa de lujo y trabajaba en un importante bufete de abogados. Solo que Asia sabía que no lo era. Era algo más. Algo que no había visto nunca. Algo que solo los muertos conocían. Y ahora ella también.

—He aquí la gran pregunta. —No había deje de emoción en su voz. La mujer no apartó la vista de sus ojos mientras le tendía un anillo de plata sin ningún tipo de distintivo, piedra o grabado. Un simple aro de plata—. Tu cuerpo ha muerto, pero para avanzar debes encontrar a la muerte.

» Búscala. Y cuando la encuentres, se lo entregas.

» No te lo pruebes. No lo enseñes. Protégelo por tu vida, porque tu vida de ahora en adelante depende de ello.

» Solo cuando lo entregues podrás descubrir la respuesta a tu pregunta.

Cuando la mujer depositó el anillo sobre la palma de su mano una gélida sensación se extendió por todo su cuerpo.

Y supo con certeza que estaba muerta. 


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Bienvenidos a 'Cuando la muerte desapareció', espero de todo corazón que la disfrutéis.

Los miércoles y los sábados serán los días de actualización. 

También quiero advertir que está historia toca el tema de la muerte y aparecen figuras de diversas religiones que he modificado a mi antojo. No es mi intención ofender a nadie, es simple ficción.

Y eso es todo, espero que la disfrutéis tanto como yo y os dejo con el primer capítulo 🧡

Tiako ianao,

onrobu

-31/10/23-

Cuando la muerte desaparecióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora