Capítulo 7

58 13 15
                                    

Se estaba volviendo loco. Era incapaz de contemplar ninguna otra opción. Era una locura contemplar cualquier otra opción.

Los ojos de Isaac no se separaron de su rostro, de su falta de sonrisa, de la seriedad de sus facciones, de la tristeza de sus ojos. No estaba mintiendo. No estaba jugando con él. Pero eso no quería decir que su mente no lo estuviese engañando. Eso no quería decir que...

Durante unos segundos se vio obligado a cerrar los ojos y fruncir el ceño. El dolor... No. No podía ser. No podía aceptarlo. El mundo se regía por normas lógicas, por la ciencia. Fantasmas... No podía ser. Había gato encerrado. Su mente le estaba jugando una mala pasada, o la chica lo estaba engañando, o todo era parte de...

Su hilo de pensamiento se vio interrumpido cuando las comisuras de la boca de la chica empezaron a elevarse hasta formar una sonrisa tensa, y un tanto triste. E Isaac fue perfectamente capaz de contemplar todos y cada uno de sus movimientos, todos y cada uno de los brillos azulados que su piel adquirió. Fue perfectamente capaz de observar a través de ella durante unos segundos mientras su mano traspasaba de nuevo el pupitre.

Y las pruebas estaban allí, justo delante de sus ojos.

Era imposible negar lo que estaba viendo. No había explicación. No había un mecanismo oculto, ni un juego de luces, ni era una especie de broma elaborada. Su mano había traspasado la mesa y al hacerlo, toda ella se había teñido de un brillo azulado, fantasmal, a la vez que durante unos breves instantes había podido ver a través de ella.

Era un fantasma. No lo podía negar. Su mente le estaba mostrando un fantasma. Se estaba imaginando un fantasma.

Se estaba volviendo loco.

Con extrema lentitud, la chica apartó la vista de su mano hasta posarla de nuevo en Isaac, sus ojos cristalizándose por momentos.

—No puedo tocar nada —murmuró. La angustia teñía todas y cada una de las notas de su voz. Sus labios temblaron casi imperceptiblemente antes de que volviera a apartar la mirada de los ojos de Isaac con rapidez hasta posarla en su mano.

Y, de nuevo, el chico vio a cámara lenta como su extremidad se dirigía hasta la superficie de madera. Y la atravesaba.

Un estremecimiento recorrió a Isaac. Y era... era como si lo sintiera todo. Como si el miedo Asia fuera el suyo propio, como si su angustia hubiera nacido en él, como si ambos se encontraran en el mismo pozo de aflicción. Y a la vez, como si la necesitara.

Su cuerpo seguía tirando de Isaac hacia ella. La notaba. La sentía de una manera que era incapaz de explicar. Como si estuvieran unidos. Entrelazados a pesar de no saber nada del otro.

A pesar de que era una invención de su mente.

Un quejido consiguió escapar de entre sus labios. Tragó saliva como mecanismo reflejo al dolor.

Y a pesar de todos sus instintos, a pesar de aquellos que le exigían huir, a pesar de aquellos que le exigían correr hacia ella, se quedó completamente quieto mientras Asia avanzaba con fingida seguridad en dirección a la pizarra.

Isaac la contempló pararse delante de la pared, vacilando durante unos instantes en los que inspiró de manera temblorosa, y entonces, traspasarla y desaparecer delante de sus ojos.

Tardó unos segundos en reaccionar. En admitir que la había visto atravesar una pared. Que lo que estaban viendo sus ojos era real, al menos para su mente. Y su parte curiosa por naturaleza, la misma que lo había empujado a subir a su habitación durante esa noche de tormenta, la misma que le impedía quedarse con la duda, esa parte ansiosa de respuestas, de conocimientos; lo obligó a acercarse hasta allí. Sus pasos fueron seguros a pesar de la desconfianza que sentía tanto hacia la chica como hacia sí mismo.

Cuando la muerte desaparecióWhere stories live. Discover now