Capítulo 3

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No estaba. Al igual que el día anterior, Alma había desaparecido. No había rastro alguno de ella. Se había esfumado.

Sintiéndose un poco más confiado, pero todavía asustado y desconcertado a partes iguales, Isaac se atrevió a abandonar la aparente protección que proporcionaba el interior de la vivienda. Desde el porche se asomó a la calle en un intento de vislumbrarla. No había ni rastro de ella. ¿Se habría ido? ¿o se habría metido en un jardín...?

¿O...?

Su hermana pensó exactamente lo mismo que él.

—¿Dónde está? —preguntó mientras observaba con nerviosismo la calle y posteriormente se giraba para contemplar el pasillo detrás suyo—. ¿Y si ha entrado?

Naia le echó un brazo por encima de los hombros. Parecía ser la que más tranquila estaba del grupo.

—No puede haber entrado —aseguró Isaac—. Esta es la única entrada potencial y nosotros estamos aquí.

—¡No hables como los de CSI! ¡No somos como los de CSI! —le gritó su hermana.

Isaac se permitió un último vistazo antes de apagar la luz del porche y cerrar la puerta.

—No hay nada. No está —repitió en un intento de tranquilizarla dejando el asunto zanjado.

» ¿Seguimos con la peli? —propuso imaginando ya la respuesta que recibiría. Un rotundo «no».

—¡Sí, claro! ¡Me voy a poner a ver una película de terror! ¿¡Estás tu?! —Dejando entrever su habitual ironía, Áleix parecía estar recuperándose del susto.

Isaac le regaló una sonrisa tranquilizadora.

Y ya estaban empezando a dejar el asunto atrás, cuando de repente el ruido de algo cayendo al suelo hizo que tanto Elia como Áleix soltaran una exclamación. Naia e Isaac se miraron fijamente, sus respectivos corazones martilleando con fuerza entre sus costillas. De nuevo.

El sonido venía de la planta de arriba.

—Voy a ver. Debo haberme dejado alguna ventana abierta —afirmó intentando convencerse a sí mismo.

Naia y él compartieron una nueva mirada antes de reanudar la marcha hacia las escaleras. De nuevo, Áleix y Elia los siguieron de cerca sin siquiera considerar la opción de quedarse atrás, solos y desamparados.

—¿De verdad vamos a subir? —preguntó el chico con un deje de incredulidad asustada en la voz.

—Podéis quedaros aquí —propuso Isaac. Era como si en cierto modo, la negativa de sus amigos lo empujara a continuar.

—¡No! ¡Ni hablar! ¡Ni hablar! —Elia empezó a lloriquear.

Pero su hermano no podía contenerse. La curiosidad tiraba de él cómo un imán atrae a otro. ¿El miedo? Solo hacía que aumentar la necesidad de respuestas.

Empezó a subir las escaleras.

Y de nuevo, otro ruido de algo cayendo al suelo rompió el silencio de la noche, esta vez acompañado por un gruñido y un golpe sordo.

—Voy a llamar a la policía —anunció Áleix.

—¡Oh! ¡Por favor! ¡Será el viento! —exclamó Isaac, ahora ya nada convencido.

—Eso no es el viento —corroboró Naia, pero, aun así, siguieron subiendo.

Su miedo era infundado, acababan de ver una película de terror, era comprensible que se estuvieran imaginando cosas. Nadie podría haber subido a la primera planta sin pasar por el salón sin que lo hubieran oído ¿no?

Cuando la muerte desaparecióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora