Capítulo 13

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Los labios de Alma se tintaron de rojo, su mirada se desenfocó, y mientras poco a poco su cuerpo se desconectaba de la realidad, el chico volvía a ella.

El ataque había sido rápido, animal, puro impulso. Tan pronto había conseguido la fuerza suficiente para levantarse se había lanzado hacia la parca en un movimiento descontrolado, desesperado. En ese momento se tomó el tiempo necesario para disfrutarlo.

A pesar de que su cuerpo seguía sacudiéndose sin pausa, presa todavía de los espasmos que lo recorrían, se limpió la mano empapada de sangre en la camiseta como quien se las seca tras limpiárselas con agua y jabón. Sin sentimiento, sin importancia.

No había humanidad en su rostro, no había nada más que unos ojos vacíos y esa sonrisa taimada.

Isaac entendió entonces que no sentía dolor. Que los gritos habían sido de furia.

La sonrisa del chico se ensanchó al contemplar la escena. Con interés. Con hambre. Le recordó a un niño contemplando como una mosca intentaba infructuosamente volar tras haberla aplastado contra la mesa.

Alma y él eran esa mosca.

La determinación lo invadió. Tenía que llegar hasta ella. Tenía que llegar hasta Alma.

Colocó ambas manos en el suelo y se impulsó hasta levantar el torso. Con un nuevo gruñido de dolor consiguió ponerse en pie, encogido, vacilante, débil. Alcanzó a dar un par de pasos cuando finalmente su cuerpo se rindió y acabó desplomándose a poca distancia de ella.

Tardó unos segundos en imponerse al dolor y conseguir volver a enfocar la mirada. Supo que no podría volver a ponerse en pie. 

Empezó a arrastrarse penosamente. Tenía que llegar hasta ella.

Había afirmado... había afirmado no poder morir... Y, sin embargo, sus respiraciones eran cada vez más espaciadas entre sí, más superficiales.

Sus ojos habían dejado de ver, la mirada perdida en el techo del aula.

Bajo la atenta mirada del chico continuó arrastrándose, empujón a empujón, cada uno más difícil y doloroso que al anterior. Todos y cada uno de los huesos de su cuerpo chillaban a cada movimiento. La visión se le emborronaba. La cabeza daba vueltas. Una presión creciente en el pecho.

No paró, y finalmente se encontró delante de quien había actuado como su protectora.

Entonces la duda apareció. Sus manos quedaron suspendidas en el aire durante unos segundos, inseguras de cómo proceder, hasta que su instinto tomó las riendas. La cogió de sus los y colocó su cuerpo encima de sus piernas para poder presionar la herida de su abdomen con todo su peso.

La sangre vistió sus manos con guantes de seda roja. El perfume del hierro invadió sus fosas nasales remplazando todo rastro del olor de humo.

Y mientras trataba de evitar que la vida escapara de entre sus dedos, el chico daba vueltas a su alrededor como depredador a sus presas. Examinándolos con curiosidad. Examinándolo con curiosidad, con atención. Parecía estar buscando algo. Alma lo había contemplado de la misma manera durante el incidente. Justo cuando había afirmado que 'era diferente'. Significara lo que significara eso.

Intentaban discernir algo. Analizarlo.

Apretó con más fuerza, mas la sangre seguía manando, espesa, caliente, sin pausa.

El chico paró justo delante suyo. Durante unos segundos su rostro volvió a desaparecer, sustituido por la misma máscara bulbosa de putrefacción y venas hinchadas que Isaac había creído alucinar. Al recuperar las facciones humanas, sonrió de nuevo.

Cuando la muerte desaparecióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora