Capítulo 26

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—¿Dónde has aparcado a tu hermana?

Isaac ignoró el hecho que se estuviera refiriendo a ella como si fuera un mero objeto.

—Sigue en el coche que nos embistió, en la entrada del pueblo.

—Muy original.

De nuevo, volvió a ignorarlo. En comparación, Alma le parecía cada vez más alguien agradable y fácil de tratar. O al menos, soportable. Había algo en Nit que no le gustaba en absoluto, que le daba mala espina. Siempre había sabido que Alma le ocultaba cosas, que lo media, pero en Nit parecía ser todavía mas exagerado. Cada comentario parecía premeditado, lleno de desdén y atención. O puede que solo fuera que lo sacaba de quicio. Estaba demasiado cansado, adolorido y saturado de emociones como para descubrirlo.

—Allí —indicó cuando llegaron a los árboles donde se encontraba el coche. Pasaba totalmente desapercibido, no lo habrían encontrado, no sin la luz del día. Pero por más que lo supiera no se tranquilizó hasta que tuvo a su hermana delante. Seguía inconsciente, pero viva, su corazón latiendo y sus pulmones hinchándose regularmente.

La observó durante unos instantes. Le dolía verla, contemplar en qué la habían convertido.

Intentó arreglarle un poco el pelo con las manos, pero tenía demasiados enredos y sustancias en él como para no hacerle daño. Así que le echó un último vistazo y la cargó en sus brazos para depositarla en un nuevo asiento. El tercero de esa noche. Le abrochó el cinturón con cuidado antes de cerrar la puerta y dirigirse al asiento del acompañante.

Nit volvió a colocarse en el lugar del piloto y condujo de nuevo hasta el parque de bomberos que acababan de dejar atrás.

—¿Cuál es el plan? —le preguntó Isaac observándolo de reojo sin apartar la vista del edificio.

—Ya lo verás.

La parca pasó por delante y lo dejó atrás antes de internarse en una carretera secundaria para dar la vuelta y pasar por delante de nuevo. Volvió a alejarse.

El médium no tardó en comprender que estaba evaluando el entorno, las posibles escapatorias, escondites, puntos de interés a tener en cuenta. Finalmente aparcó delante del cuartel, al lado de la puerta por donde había desaparecido el fumador. 

La parca apagó el coche, pero dejó las llaves puestas. Abrió la puerta y antes de bajar se giró hacia Isaac.

—Coge a la chica —le indicó. Así lo hizo. Con Elia en brazos se reunió con él delante de la puerta.

Nit lo observó, alzó las cejas con diversión y desapareció delante de sus narices. Esa vez Isaac no se sorprendió cuando la puerta se abrió pocos segundos después revelando al chico.

La parca le indicó con un dedo en los labios que guardara silencio.

Isaac podía entrever en sus ojos emoción, diversión y confianza a partes iguales, sentimientos que no le gustaban en lo absoluto dada la situación. Necesitaba prudencia, atención e inteligencia. Necesitaba que lo que sea que tuviera planeado saliera bien. Que Elia estuviera bien. No dijo nada. Aunque no se sentía cómo al lado de la parca no podía negar su eficacia: lo había visto pelear, lo había encontrado, lo había salvado. Lo siguió hacia dentro.

Las luces de la cochera en que descansaban un camión de bomberos, un vehículo forestal y una ambulancia estaban encendidas a baja intensidad, siempre preparadas.

Con su hermana en brazos siguió a la parca hasta la parte trasera de la ambulancia. Abrió las puertas para que ambos hermanos pudieran subir.

Isaac dejó a Elia en la camilla y se giró para quedar enfrentado a Nit a la espera de más información sobre los siguientes pasos.

Cuando la muerte desaparecióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora