Capítulo 50

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—Que alguien me recuerde por qué lo estamos haciendo de noche —pidió Áleix contemplando el cementerio bañado bajo la brillante luz de la linterna. Una firme pared de piedra antigua rodeaba el perímetro del lugar, impasible desde hacía siglos y solo guardada por los cipreses que recorrían su perímetro. Sus altas copas se perdían en la oscuridad, tenebrosas.

El sonido de unas ramas moviéndose los llevó a compartir una mirada nerviosa. De uno de los árboles salió un pájaro negro que desapareció en la negrura que los rodeaba.

—Porque es mucho menos probable que nos vean y nos detengan. —Fue la respuesta que le dio Naia endosándole las tenazas con fuerza para dejar atrás el miedo infundado. El ruido de la puerta del maletero al cerrarse resonó a su alrededor.

Áleix recorrió el aparcamiento desértico con la linterna una segunda vez.

—Pues no me gusta.

—A mí me hace una ilusión tremenda ir a desenterrar un cadáver —ironizó—. ¿Listos? —les preguntó a los presentes con las cejas alzadas. Cargaba las tres palas con una cierta dificultad y los ojos algo más abiertos de lo normal.

—¿Y qué cadáver vais a desenterrar? —consultó Nit con diversión una vez empezaron a avanzar hacia el portón del recinto.

El cementerio de Greywood era el único de esa zona, por lo que era muy probable que si hubiera un fantasma cerca su cuerpo estuviera enterrado allí.

Pronto otros llegarían buscando a Isaac, pero hasta que eso ocurriera no había motivo por el que ningún fantasma hubiese ido a parar a ese lugar o sus alrededores. En medio de la más absoluta nada.

—El del primer fantasma que aparezca —respondió Isaac. Esperaba que lo hiciese alguno.

—Si no hubiésemos visto mil películas de terror podría justificar meternos en un cementerio de noche, —continuó Áleix— ¡pero las hemos visto! ¡No es buena idea! ¡Y menos si tenemos en cuenta que los fantasmas y los espíritus son reales! —El chico se apresuró a alcanzar a Naia para no quedarse atrás.

Asia los seguía de cerca.

—Muy reales —susurró con una espeluznante seriedad haciendo bailar sus cejas para darle énfasis.

Naia le dio su aprobación mientras el chico protestaba en voz baja.

Nit los seguía a unos metros, Isaac aflojó el ritmo para quedar a su altura.

—Nunca te he preguntado por qué nos estás ayudando.

» ¿Es por el mismo motivo que Alma? ¿te lo ordenaron? —Se abstuvo de observarlo atentamente para que sus preguntas no adquirieran forma de interrogatorio. Para que pareciera una conversación casual, curiosa, pero sin intenciones ocultas detrás.

La parca rodó los ojos con diversión y hastío simultáneos.

—No —afirmó con contundencia—. Hace mucho tiempo que no veo a Átropos y no tengo intención de hacerlo pronto.

Alma había comentado que las Moiras se lo habían ordenado, pero no había especificado cuál de ellas. Si no estaban mintiendo, Nit le acababa de revelar que había sido cosa de la mala suerte. Qué buen presagio. O de la muerte. Todo dependía del grado de mentira que hubiera contado Alma esa primera vez.

—¿La muerte ordenó protegerme?

Nit lo observó durante unos instantes.

—¿La muerte? —Una diversión desinteresada se filtraba en sus palabras—. Pensaba que Alma os había dado la clase de historia.

Cuando la muerte desaparecióOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz